Hay libros para todos los gustos: algunos entretienen, otros emocionan, los hay que hay que enseñan o hacen pensar. Lo importante es que salgas enriquecido de la lectura; y que provoque las ganas de leer nuevas entregas. Lo cierto es que ante la inmensidad de títulos que se publican cada año, solamente una minoría invita a seguir leyendo del tema. Eso me pasó con Bietan Jarrai, y ahora con el libro que da título a este artículo; el autor de ambos textos es Joxan Rekondo, en su día alcalde de Hernani en los peores años de plomo.
En el primero describe y analiza la “socialización del sufrimiento” desde las estrategias del MLNV. El título lo dice todo: bietan jarrai (seguir en las dos) donde el hacha simboliza la fuerza y la serpiente la astucia del engaño. Y Rekondo lo hace con elegancia desde la propia documentación de aquella izquierda abertzale. “Una violencia que conduce al engaño y la confusión”, en palabras de José Mª Setién, como ha sido utilizar la liberación nacional al servicio del maoísmo (recordemos el mantra “albanizar euskadi”) y de la independencia (pero respecto de la burguesía). Golpear duro argumentando el engaño del fin pretendido o cambiar de táctica si se tercia, colaborando con el gobierno del Estado.
Rekondo nos recuerda ahora, en su ensayo recién publicado Matxinada contra auzolan, que lo peor de la política se parapeta en retóricas amables. A partir de ahí, y siempre con un lenguaje respetuoso, aboga por la regeneración basada en valores como responsabilidad, equidad, cooperación, libertad o trabajo. Y lo hace de manera concreta, siguiendo la estela de José Mª Arizmendiarreta, quien fue capaz de construir país en plena dictadura, personificando el espíritu secular vasco encarnado en auzolan: cooperación vs. insurrección; buscar el bien común (personas) vs. empuje destructivo (masas); regeneración vs. violencia. En definitiva, trabajar de forma solidaria (auzolan) o la confrontación de parte (matxinada es el término que Pello Otxandiano utiliza en Sortu, en 2016 y 2021).
Ya lo dijo el Lehendakari Aguirre: reconstruir también es una forma de resistencia. Sin derribar lo existente, cada persona sembrando desde una socialdemocracia humanista que aboga por la construcción de una comunidad solidaria mediante la fusión de historia y renovación. El libro nos recuerda que aquellas prisas destructivas por un nuevo amanecer, no lograron nada salvo muerte, dolor y ruina. Y cuando se pudo reconstruir el país, aquellos que fueron tildados de fracasados, fueron de nuevo quienes lo levantaron. Son los mismos que han construido con resultados, tal y como acaba de validar la Clasificación mundial del bienestar realizada por Naciones Unidas y publicada por este periódico: estamos en el puesto 18, por delante de Canadá (19) y España (27), de entre 193 países.
Sin embargo, quienes optaron por el empuje destructivo, ahora se presentan con una imagen socialdemócrata de perfil electoral bajo, olvidando los tiempos de odio y fuego que destrozaron a miles de personas y haciendas; total, ¡para nada! Han perdido. La revolución marxista leninista no vende en elecciones. Rekondo nos argumenta aquel “volcán ideológico” frente a la estrategia humanista de Arizmendiarreta, que tan inteligentemente la implantó en el modelo cooperativo como la punta de lanza para un modelo de país con el objetivo de superar el binomio Capitalismo/Comunismo por otro modelo más justo y solidario. No fue ETA quien activó el surgimiento. Incluso el euskera ya venía resistiendo gracias al movimiento de ikastolas, varios años antes.
Revolución sí, pero transformadora para construir en unión, no desde la uniformidad y menos desde la violencia que simplifica la realidad y la deshumaniza. En definitiva, seres libres, por tanto responsables, que buscan la mejora personal desde la que transformar la sociedad a mejor, no a peor.
Este dinamismo humanista solidario tiene el peligro –antes y ahora– de la burocracia, cuyo riesgo es no valorar lo conseguido, no mostrar los logros comunitarios, desatender el esfuerzo necesario para seguir construyendo desde las nuevas generaciones. Si no se trabaja el legado de los hechos y la memoria histórica, podemos caer en desvalorizar lo obvio: que fuimos lastrados por una dictadura cruel y por el movimiento que acaudilló ETA con la firme voluntad de negar a la sociedad vasca la capacidad de regenerarse. Y ambos son el pasado. Acabo con unas palabras de Rekondo el día de la presentación en Hernani: “En el tiempo de la memoria, corremos el riesgo de vernos (y de ver a nuestros padres y antecesores) más como víctimas que como constructores de la actual realidad y promotores de la futura… No nos dejemos engullir por el victimismo y la cultura de la queja”. Un buen consejo suyo a tener en cuenta ante el periodo electoral que se avecina. Lean el libro…
Analista