Lanzada la campaña electoral para el 23-J, no aparecen en el arranque grandes sorpresas en las estrategias de quienes, principalmente, aspiran a ocupar La Moncloa. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo buscan la polarización en torno a sus personas como si no se eligiera una cámara de representación proporcional y todo se redujera a un cara a cara de mayorías. Por previsible, no deja de ser ajeno a la realidad. No se auguran tampoco giros de guion en sus posiciones. Sánchez maneja la misma fórmula de anunciar subvenciones, subsidios y tabla rasa en el uso de servicios públicos, pecando de una falta de progresividad impropia del modelo europeo de bienestar y de las diferencias objetivas de necesidades en la ciudadanía. Feijóo reduce todo a una presunta capacidad de mejorar la situación socioeconómica a base de recaudar menos, de reducir los impuestos y mermar las arcas públicas sin explicitar que esto implica una reducción de recursos disponibles para sanidad, educación, asistencia social, inversión, innovación, infraestructuras, etc. Y, ambos, proyectan al rival el compendio de todos los males aderezados con la evidente necesidad de uno y otro de recurrir a fuerzas a su izquierda y su derecha, respectivamente –Sumar y Vox–, para poder gobernar. La campaña debería ser la oportunidad de asistir a la aplicación objetiva de sus respectivos modelos en términos contrastables con las necesidades reales del momento: estrategias en materia energética, sanitaria, innovadora; fórmulas de sostenibilidad del sistema de pensiones, accesibilidad al empleo y promoción de los sectores de vanguardia identificados a nivel internacional como tractores del crecimiento y, con él, del bienestar. Nada augura que las próximas dos semanas permitan al votante discernir entre las soluciones que ambos proponen. Pero en el caso del censado en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa hay, además, una carencia evidente en este planteamiento. Se le va a reclamar que elija en función de sus fobias más que de las propuestas sobre sus necesidades. La tabla rasa de los partidos de ámbito estatal en sus mensajes impide una propuesta diferenciada acorde a las circunstancias específicas de la sociedad, la economía y los modelos de desarrollo o la competencia propia diferencial. El electorado de los cuatro herrialdes merece propuestas para su realidad.