N estos doce meses de pandemia, la covid-19 ha sacudido nuestras vidas aquí en Euskadi, así como en otros muchos lugares más vulnerables de África, Asia, Centroamérica o América del Sur, donde ya enfrentaban graves problemas económicos, medioambientales, sanitarios, educativos o conflictos armados. Esta emergencia ha evidenciado carencias en los países empobrecidos donde la cooperación vasca trabaja desde hace décadas. Carencias y vulnerabilidades sobre las que las ONG de desarrollo llevamos tiempo alertando. Un punto de partida desigual que limita y condiciona la respuesta que pueden dar a una amenaza global que tiene un dramático impacto en su población.

Es el caso de Moussa, agricultor en una zona rural de Senegal. Las restricciones derivadas de la pandemia han echado a perder su cosecha porque apenas ha podido venderla. También es la realidad de cada mañana para Luis Alberto, quien vende zumos recién exprimidos y empanadillas en un puesto de una avenida de Lima. Con su salario diario compra la cena para su familia, pero debido al confinamiento muchos días no ha podido trabajar y se ha quedado sin ingresos. María vive en Chiapas y cuando se suspendieron las clases tuvo que vender ganado para adquirir un móvil con acceso a internet y que sus hijas e hijos pudieran continuar con la enseñanza desde casa, lo que ha dejado a la familia en una situación de mayor precariedad. Es más, en otras familias las niñas y niños incluso se tuvieron que poner a trabajar. Son solo tres historias que nos muestran ese peldaño inferior desde el que muchas personas encaran esta pandemia.

En este duro año, las ONG de desarrollo vascas que habitualmente trabajamos en los países empobrecidos hemos puesto todo nuestro esfuerzo y recursos al servicio de la lucha contra la pandemia y del apoyo a las personas más vulnerables. Nos hemos volcado en el reparto de alimentos, agua y bienes de primera necesidad y hemos contribuido a la distribución de material de prevención como jabón, gel hidroalcohólico o mascarillas en las comunidades con las que colaboramos, además de darles a conocer las medidas de prevención. Hemos entregado material sanitario, equipamiento, medicamentos y tratamientos en hospitales y centros de salud, y hemos apoyado con medios técnicos para que la educación no se parara. Además, hemos reforzado nuestro trabajo en Euskadi apoyando a las personas más vulnerables, ofreciendo nuestra colaboración a las instituciones y formando parte de plataformas solidarias para mitigar los efectos de la crisis.

Todo este trabajo de extrema urgencia y gravedad es posible gracias a la trayectoria de la cooperación vasca durante muchos años apoyando a poblaciones vulnerables, fortaleciendo comunidades e instituciones, promoviendo los derechos humanos... Gracias a las ONGD, a las instituciones y la ciudadanía podemos contribuir a mitigar los efectos devastadores de esta emergencia. Sin embargo, esta crisis mundial está amenazando los avances logrados por la cooperación durante mucho tiempo. La pandemia es un claro factor generador de pobreza y desigualdades entre personas ricas y pobres, entre países, entre mujeres y hombres etc. y ha agravado las condiciones de vida, ya muy precarias, de muchas personas vulnerables con las que venimos trabajando, especialmente de colectivos específicos como mujeres, personas indígenas, infancia...

Parece que las vacunas comienzan ya a arrojar algo de luz al final del túnel, pero no olvidemos que una respuesta eficaz requiere del compromiso de los países más pudientes para garantizar su distribución equitativa en el mundo y asegurar que las poblaciones empobrecidas también tengan acceso a ellas. Según las previsiones, esos países no podrán vacunar a la mayoría de su población hasta 2023.

En definitiva, esta pandemia nos demuestra que la cooperación internacional, como política pública que es, es una inversión a medio y largo plazo que repercute en las personas y en su bienestar, y que además es un muro de contención en emergencias como esta. Por ello, agradecemos a la ciudadanía e instituciones por hacerla posible y reconocemos su gran esfuerzo solidario para proteger a las personas más vulnerables, también de otros pueblos más lejanos. Os animamos a seguir apoyándola y fortaleciéndola ya que, especialmente en los tiempos más difíciles, la solidaridad debe ser la respuesta.

La autora es presidenta de la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi