No era quizá el momento más oportuno -en términos de estrategia partidista- para que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comenzara el día manifestando, en el marco de una entrevista con varias televisiones con motivo del 40 aniversario de la Constitución, que “sin duda alguna” la inviolabilidad del rey recogida en la Carta Magna se ha quedado obsoleta y su convicción de que Felipe VI sería favorable a su eliminación. Y no es que el melón que abría Pedro Sánchez no sea interesante e incluso conveniente, pero el inmediato y obvio impacto de sus palabras llevaba a su ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, a tener que salir al paso para desmentir que el Gobierno esté preparando una reforma constitucional de ese calibre. “La posición oficial es que no hay ninguna propuesta de revisión”, intentaba Ábalos salir del brete, “lo demás son opiniones, obviamente, incluso del propio presidente del Gobierno”. Como no tenía bastante el PSOE, en auténtico shock tras la hecatombe en su feudo de Andalucía, con las heridas internas de las primarias supurando de nuevo a pleno rendimiento, va Sánchez y se arranca por reforma constitucional nada más y nada menos que en relación al Título II. Moncloa es una fiesta y Ferraz, también.
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