Corrían ya bien mediados los ochenta y aquel Año Nuevo por fin fuimos europeos. Desde la inocencia de la infancia y la lógica geográfica el asunto era un poco desconcertante. Pues desde este domingo volvemos a ser europeos, ya tenemos nuestro partido de extrema derecha en las instituciones. Andalucía ha dejado un panorama bastante surrealista en el Estado. A Pedro Sánchez, que ve como su némesis Susana Díaz puede haber cavado su tumba política, el juguete del adelanto electoral se le ha roto en su feudo. Sin Catalunya ni Andalucía -casi la cuarta parte de sus diputados en el Congreso lo son por Andalucía-, las generales se hacen muy cuesta arriba. Algo parecido le sucede a Pablo Iglesias, que ve a una de sus oponentes más fuertes en el partido sufrir un correctivo que, no obstante, esboza problemas para los morados más allá de Andalucía, pagando en buena medida también la alta abstención. Pablo Casado, incomprensible en su euforia, cuando su partido se desangra por las derechas dando carta de naturaleza a Vox -será interesante conocer de qué perfiles sociológicos provienen sus votos, seguramente variados- y alimentando el crecimiento de Ciudadanos. Dicen que Catalunya ha sido decisiva en Andalucía. Y Andalucía, que elige al 20% del Congreso, puede ser el termómetro del Estado.
- Multimedia
- Servicios
- Participación