Puede que no sea preciso, porque hablamos de Gasteiz y lo de las estaciones es relativo y porque esto del cambio climático nos vuelve un poco locos a todos, sobre todo el tiempo, pero el otoño y sus lluvias nos mete de lleno en una época del año fantástica para una modalidad deportiva por la que creo que deberíamos apostar. Ofrece además múltiples ventajas: por ejemplo, no hay restricción de edad para competir al más alto nivel y no se requiere de instalaciones especiales, más allá de la propia ciudad. Hablo, sí, de la baldosa escupidera. Por ejemplo, en la modalidad de altura logré mi plusmarca hace ya unos años en la calle Francia: aquella baldosa géiser que pise con gracia sin par y que consiguió que el agua agazapada bajo ella me llegara a la cintura. Luego Islandia presume de géiseres. Se me ocurre que también se podría competir en categoría Arquímedes, homenaje a su principio, aquello de que todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba... Récord personal en esta categoría en Domingo Beltrán, logré desplazar al pisar una baldosa suelta varios litros de agua que con gran puntería lograron entrarme en un zapato y aún sobró para calar la pernera del pantalón hasta la rodilla. Ahí dejo mi propuesta.