El aniversario de la Constitución española ha estado rodeado de la toma de posiciones sobre su eventual reforma y la dirección en la que debería acometerse. El debate llega viciado por una situación no relacionada con el texto del 78 sino más bien con la desnaturalización, mediante la estrategia del café para todos, del abanico de posibilidades que podría haber ofrecido. Se trata de las dificultades que han quedado en evidencia respecto al modelo de financiación de las comunidades autónomas. El sistema autonómico está quebrado y ha consagrado un modelo de subsidio que durante decenios ha servido para no afrontar la necesaria transformación del modelo de crecimiento español. Ni la innovación ni la formación ni el emprendizaje forman parte de la estructura productiva de la mayoría de las autonomías españolas y su tejido económico no ha encarado el reto de la manufactura avanzada o la industrialización tecnológica. En consecuencia, es un tejido económico de limitado valor añadido, dependiente en extremo del sector servicios y la construcción. La negativa a encarar la necesaria transformación de la capacidad de las autonomías para generar riqueza acaba por consolidar un sistema de dependencia económica que abona el debate sobre la igualdad en los servicios que reciben los ciudadanos en diferentes partes del Estado, como si ésta fuera consecuencia de una circunstancia sobrevenida, externa o responsabilidad de aquellos territorios en los que sí existen resortes de crecimiento. En ese marco, se mezclan el debate sobre la reforma constitucional y el coro de voces interesadas que pretenden desviar sobre los derechos forales vascos y la capacidad fiscal que emana de ellos el problema de la sostenibilidad del sistema autonómico español. Es un entorno peligroso para abrir ese melón mientras la voz cantante pretendan llevarla quienes manipulan sus objetivos: si no es para resolver el problema territorial, dar acogida a las especificidades históricas y ordenar el desbarajuste financiero del entramado institucional español, ¿qué objeto tiene una reforma constitucional? La recentralización que propugnan choca precisamente con el modelo del 78, descentralizado y abierto a la diferenciación de las nacionalidades respecto del resto de entidades subestatales. A una fórmula confederal que resolvería muchos problemas.