Pues ahí está Francia peleando a tope por superar la plusmarca del Reino Unido, alcanzada en 2022: tres primeros ministros en un año, cuatro en seis años. Obsolescencia acelerada. El Reino Unido, que presume de cuna del parlamentarismo y de toda la parafernalia del common sense, encadenó cuatro primeros ministros del mismo partido, tories, en seis años, embarcado en esa montaña rusa de emociones que fue el Brexit. Y Francia ahí anda, compitiendo con desparpajo en achicharrar gobiernos. El Hexágono va por su cuarto primer ministro de este año, François Bayrou, de la mano de un Emmanuel Macron cuya imagen, por lo que sea, siempre viene a mi mente caminando por enormes pasillos de imperial arquitectura y alfombras mullidas. Macron, hiperpersonalista líder autoproclamado eje central de la política gala, se apuntó a la táctica defensiva de la huida hacia delante tras el doloroso triunfo de la ultraderecha de Le Pen en las europeas de junio. Convocó unas legislativas a comienzo de verano que se han convertido en una auténtica trampa. “Nadie ganó”, dijo entonces Macron, pero solo la movilización en torno a una candidatura unitaria de izquierda evitó que la ultraderecha se alzara con la victoria. Y, ahora, los escaños de Le Pen se han erigido en el auténtico fiel de la balanza de la política francesa.
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