La expresión es de mi compañero Iñigo, pero la tomo prestada. Tengo permiso. Dos palabras para resumir el espíritu de una Transición de cuatro décadas en la Administración pública aún no finiquitada: pago de favores por servicios prestados. En la empresa privada, si no vales o si la pifias te vas a la calle. Sólo el apellido puede salvarte. En la pública, te promocionan y premian con un ascenso, un puesto de alto cargo o asesor -si eres político te acomodan en el Senado o en Europa- ya sea en la misma institución o en el consejo de administración de los mil y un organismos que todos pagamos para recolocar a lo que llaman su gente de confianza. Una fina mordaza para que estés calladito, que después de tantos años aquí sabes mucho. No importa si encajas o no en ese puesto, se te crea uno a la medida, que para eso las leyes las dicto yo. Lo vemos en el Tribunal de Cuentas, en gobiernos, diputaciones y ayuntamientos. Vitoria no es una excepción. Valía aparte, al exgerente de Ensanche 21 se lo quisieron quitar de encima, patada p’arriba... y asesor, patada p’arriba... y jefe de la Policía Local. A la exconcejala que no vio nevar, patada p’arriba... y asesora. Al exgerente de Tuvisa lo cesaron, patada p’arriba... y a dirigir la nueva estación de autobuses. Continuará...
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