Shalom. Hace hoy catorce años fuiste asesinado por los nazis vascos. Hablo de asesinato, que es el mal sin adjetivos, y no la simple consecuencia de lo que algunos llaman conflicto, desde el empeño que tienen en no llamar a las cosas por su nombre; llamo nazis a los etarras, por totalitarios, por violentos, por racistas.
Formaste parte de la imprescindible barrera social contra los criminales, y aunque no pudiste ver el final de ETA, sí lo veremos los tuyos. Lo veremos pronto, y contribuiremos después, con todas las víctimas del terrorismo, a sepultar a los etarras bajo la memoria de los asesinados y el nombre de los ofendidos.
No puede haber salida para los etarras, ni para los interesados que buscan el empate con los criminales. Habrá vencedores y vencidos. Vencedores, los hombres y mujeres honestos atemorizados y silenciados durante décadas. Vencidos, los asesinos, los matones que se jactan de los asesinatos, los que piensan que el crimen es un instrumento cualquiera de acción política; toda esa basura que ha atemorizado a tantos hombres y mujeres honestos que ha dado esta tierra.
En eso estamos, con tu misma vocación, con la misma determinación del día en que dijimos: ni olvidamos, ni perdonamos.
Renovamos hoy aquella expresión de memoria y avisamos a los etarras de que en las calles de San Sebastián seguimos, y que aquí seguiremos.
Lejaím.