La vida de Fawzia Koofi ha estado marcada por la amenaza talibán. Y es que tuvo que abandonar sus estudios de medicina cuando los talibanes tomaron el poder en la década de 1990. Sin embargo, la activista por los derechos de la mujer, que ha sobrevivido a dos atentados, no ceja en su labor para visibilizar la situación de miles de personas en su país, las mujeres, que han sido “borradas” tras la toma de poder de los talibanes.

Es por eso que insiste en la necesidad de que la comunidad internacional actúe, para poder acabar el liderazgo de los talibanes, y conseguir un país “estable donde deje de existir la versión extremista del Islam” que los talibanes llevan por bandera.

La exdiputada afgana Mursal Nabizada ha sido asesinada hace tan solo unos días, se ha prohibido a las mujeres ir a la universidad y trabajar en ONG... ¿Cuál es la situación en su país? Las informaciones que llegan son poco esperanzadoras.

La situación en Afganistán es como la edad de piedra. Las mujeres han vuelto siglos atrás. Están siendo borradas de la vida pública, de la vida social. No pueden trabajar, no tienen ingresos, no tienen acceso a la educación, no pueden salir sin compañía masculina, no pueden ir siquiera a un parque, al gimnasio... hablar de esto es fácil, pero estar en la situación no lo es. Yo ya he estado en esa situación cuando llegaron al poder por primera vez. Esto no es por lo que hemos luchado todo este tiempo.

Con todo esto se les condena a estar en casa.

Claro. Porque tienen miedo del poder de las mujeres. Si las mujeres se empoderan los talibanes se quedan sin espacio. Lo están haciendo en nombre de la religión, y no tiene nada que ver con eso. Lo hacen por poder.

¿Qué pensó acerca de la retirada de EEUU en agosto de 2021?

Nadie quiere ver tropas extranjeras en su país. El pueblo de Afganistán siempre ha luchado por su libertad, pero Estados Unidos llegó con una promesa: ayudar al pueblo y a las mujeres para que cumplieran sus sueños, para desmantelar al Qaeda y a los talibanes. Y después de 20 años les han empoderado de forma que han vuelto. No volvieron porque estuvieran luchando, sino porque había un espacio preparado para ello. Las mujeres de Afganistán se sienten traicionadas.

Como ha comentado, no es la primera vez que usted vive esta situación. Cuando estudiaba medicina los talibanes también cortaron de la noche a la mañana todos los derechos de las mujeres.

Entonces parecía raro, me sorprendió, todos estábamos en shock. El 50% de la sociedad, las mujeres, fue despojada de sus derechos más básicos. A mí me borraron la educación, mataron mis sueños de ser médico. Tuve que casarme, no me quedaba más que hacer, y a mi marido lo encarcelaron.

Al principio, los talibanes lanzaron promesas de permitir la educación de las niñas y crear un gobierno inclusivo. Con qué objetivo?

Su objetivo era que el mundo y el pueblo creyeran que habían cambiado, y que el mundo firmara ese acuerdo con ellos y les ayudara a llegar al poder. Ahora (ayer) se ha publicado un artículo mío en el New York Times, pero también se publicaron muchos de los talibanes. Como grupo político. Eso desmoralizó a la población, y ellos sin embargo se vieron reforzados; les motivó.

¿Les dio legitimidad?

Sí, mucha. Firmaron un acuerdo con los americanos, y les dio poder. Viajaron a China, Rusia... Y les ponían una alfombra roja mientras seguían matando gente. Afganistán es un campo de batalla con el que se juega una lucha de poder.

¿Las mujeres afganas siguen saliendo a la calle?

Sí. La protesta ha cambiado, cuando prohibieron que trabajaran en las ONG por ejemplo, las mujeres seguían yendo a la oficina. Pero los talibanes son opresores, y mandaron carros de combate, metralletas a las universidades. Les dan miedo las mujeres, y las arrestaban.

¿Tiene la sensación de que el mundo las ha olvidado?

Completamente. Al principio nos sentimos traicionados, y ahora hemos sido olvidadas. Yo y mis hermanas hemos puesto en marcha movimientos para ayudar a las que están en Afganistán, y darles voz a nivel internacional. Han dejado de confiar en la comunidad internacional, pero yo sigo porque creo que el mundo tiene una responsabilidad respecto a lo que está ocurriendo en Afganistán.

¿Cree que en su país ocurrirá algo parecido a lo que sucede en Irán con el movimiento de protesta femenino?

Los movimientos de mujeres en Afganistán están comenzando, no olvidemos que la situación es diferente. En Irán les llevó cuatro décadas. Es la generación joven la que está protestando en Irán. En mi país sin embargo mucha gente no protesta porque tiene miedo, pero hay que hacerlo. La libertad tiene un coste. Nuestra situación es diferente pero nos inspiran, porque la resistencia es la única respuesta para este tipo de regímenes opresores.

¿Cómo vislumbra el futuro de su país?

Creo que necesitamos un país estable y empoderado económicamente, con un gobierno donde la gente pueda tener voz. Creo que la versión extremista del islam que tienen los talibanes no es buena para el país ni para nadie. Tienen su propia interpretación de lo que es, y se contradice con los propios principios de la religión. Con el poder del pueblo y con una nueva definición de la religión vamos a poder cambiar el país. Es un país con recursos, población joven...