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Mesa de Redacción

Carlos González

Flojos

Dicen varios de los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero que está el personal de un flojo de aquí te espero. Resulta que estamos terminando noviembre y, desde el fin de semana, en el bar hay varios de los jóvenes –bueno, lo que ellos y ellas consideran como tal, que es cualquiera entre los 40 y la jubilación– advirtiendo de la llegada de una megaola de frío polar, que ríete tú del congelamiento de las patas de los pingüinos sobre el hielo. Los aitites, además, han encontrado un fiel aliado en nuestro querido escanciador de café y otras sustancias, que lleva un mes con el termo de caldo generando telarañas sobre la barra. La cuestión es que los abueletes no entienden tanta preocupación por el hecho de que en otoño haga frío, incluso llueva y, llámame loco, hasta caiga algún copo de nieve. Aseguran que estamos en una sociedad enferma que vive asustada mirando a la pantalla del móvil para saber si va a hacer bueno o malo. Claro que la reflexión está viniendo acompañada por la habitual retahíla de exageraciones. El domingo varios aseguraban haber vivido una nevada en la capital de la patata de dos metros de altura. Esa misma nevada, el martes ya andaba por casi los cuatro metros. Miedo me da pensar por dónde estará hoy el listón.