Aún no lo entiendo, aunque supongo que tendrá una explicación perfectamente lógica y fácil de comprender. Incluso para alguien como yo, capacitado funcionalmente única y exclusivamente para ejecutar las tareas de una en una, no sea que por una eventual acumulación de quehaceres, acabe por colapsar. El caso es que cada vez que me sacan a relucir el tema de la estación de autobuses de Vitoria, lo bien que funciona y los millones de pasajeros que acumula en su joven existencia, se me van los ojos a las calles de la ciudad para buscar uno de esos buses que, tras hacer presencia en la citada terminal, comienzan una ruta por alguna de las principales calles de la capital, dejando a sus usuarios en distintos apeaderos. Supongo que hay una infinidad de claves que desconozco sobre el particular y que las bondades de esta práctica que les relato serán infinitas y muy beneficiosas para el tráfico, el medio ambiente y el espacio público. No lo pongo en duda. No obstante, y a fuerza de ser sinceros, he de confesar que me reconcome circular por calles como la Avenida Gasteiz detrás de un convoy conformado por varios de esos transportes públicos, que obedeciendo su hoja de ruta, cruzar la urbe en una letanía difícil de evitar. En fin, paciencia.