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Mesa de Redacción

César Martín

Caviar

Por decir algo, hay discursos que según salen de la boca de quien los emite se convierten en bumeranes que acaban por salpicar un coscorrón a su autor o autores. Hace breves fechas, tras una pequeña concentración de personal laboral a las puertas del Ayuntamiento, el portavoz de los descontentos aireó la presunta situación dramática que padecían quienes trataban de trabajar en su sector de actividad. Todo canónicamente perfecto según las reglas no escritas de la liturgia sindical más pura. El único inconveniente es que las comparaciones son odiosas aunque las reivindicaciones sean todas perfectamente legítimas. Un trabajador tipo gasteiztarra que estuviera escuchando los lamentos de aquellos se situaba estadísticamente en la mitad de la retribución de quienes se rasgaban las vestiduras en aquel instante, quizás, con toda la razón del mundo. Todo ello me lleva a dos reflexiones muy básicas y seguramente de perogrullo. Una, que estamos construyendo entre todos una sociedad con demasiadas desigualdades, y dos, que el malestar va por barrios y en cada uno de ellos cuecen habas. La diferencia es que en unos, estas se comerán luego con caviar y en otros, quizás con mostaza de marca blanca.