enía que pasar. Nos lo estábamos temiendo desde hacía tiempo en nuestro amado templo del cortado mañanero. Su amo y señor ya no habla, solo gruñe o dice tacos. Su transformación en escanciador-hasta-los-mismísimos se ha completado. Si uno quiere echarse unas risas, basta con decirle "zona roja" y ves cómo su cara se transforma en una versión desagradable de Kuato, esa especie de Jordi Pujol que le salía a Marshall Bell de la tripa en Desafío total. Con una terraza que solo da para dos mesas y la tropa de viejillos con el reloj en la mano para saber cuándo pueden estar dentro o no, La matanza de Texas está servida. Nos da miedo que en un momento dado se le cruce el cable por completo y nos lo tengamos que llevar al loquero como a Ned Flanders en Los Simpson y también les pida a los celadores que le lleven a la habitación con "pataditas y grititos, por favor". Como la panda de señores mayores, por ser finos, que hay en este local no sabe otra cosa que seguir aquel mandamiento de Groucho Marx de "¡más madera!", algunos han propuesto que el bar sea designado de manera oficial como lugar de vacunación exclusivo para clientes habituales y acompañantes, y que con el pinchazo se ofrezca copa y pintxo gratis. No me está permitido reproducir la respuesta del jefe. No entran aquí tantos insultos.
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