estituye Pablo Casado a Cayetana Álvarez de Toledo y queda en la polémica política una especie de vacío que recuerda al primer adiós, que luego no fue, de Esperanza Aguirre. Probablemente que deje de ser portavoz en el Congreso no significa que dejemos de asistir a sus dardos envenenados, pero no será lo mismo... y ella lo sabe. Su airada reacción del lunes, airada pero gélida, meditada, displicente y distante como la de la mejor supervillana, debió de hacer correr un escalofrío medular a Casado, igual que esas amenazas de voz queda y rota que dedicaba Vito Corleone. Perlas de Álvarez de Toledo en su despedida: “Sus causas -las de Casado para cesarla- me parecen desdichadas y no las comparto”, “Casado cree que mi concepción de la libertad es incompatible con su autoridad”, “ningún portavoz ha tenido menos autonomía que yo”. No sé quién fue más ingenuo de los dos en esta relación, si Casado pensando que Álvarez de Toledo iba a dejar de ser Álvarez de Toledo o Álvarez de Toledo pensando que un partido recién salido de su particular juego de tronos, no sin víctimas, para irse a la oposición tras traumática moción de censura le iba a dejar dirigir el grupo parlamentario a mayor gloria de Álvarez de Toledo al margen de Génova. Cosas de la política.
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