Martha Gellhorn es una reportera que nunca ceja en su empeño. Junto a su marido, Ernest Hemingway, jugará un papel muy importante en la Segunda Guerra Mundial. Ambos inventan las vidas de soldados que no existen, pero ella aspira a más. Quiere ser quien cubra la etapa final de la misma. Esta es la historia que ha querido rescatar Rosario Raro en Prohibida en Normandía

¿Cómo llegó la historia de Martha a tus manos?

La había tenido siempre como una referencia, porque ha sido la corresponsal de guerra más importante, al menos de la primera mitad del siglo XX. Y me parecía que era una figura inmensa, colosal, pero que no se le había dado la importancia que realmente tiene. Y resulta que me preguntó mi editor en qué andaba, y cuando le dije que estaba escribiendo sobre Martha Gellhorn me sorprendió porque me dijo: “Por fin alguien va a escribir la historia que llevo décadas esperando leer”. Para mí publicar esta novela cuando se cumplen 80 años del desembarco, me parecía muy oportuno como labor de rescate. Ella quería que su crónica fuera la primera que llegara a América, quería ser los ojos de América en Europa, y perder la exclusiva que significaba tener un reportaje del Desembarco prácticamente en tiempo real solo porque lo había escrito una mujer me parecía que clamaba el cielo. 

Algo más conocida es la historia de Gerda Taro o Robert Capa, que son nombrados en su novela. ¿Qué poso cree que va a dejar en los lectores, pero sobre todo en las lectoras, el haber traído a la memoria la historia de tantas mujeres que ha rescatado? 

Sobre todo mujeres ninguneadas. No es que no tuvieran relevancia. El trabajo de la cartógrafa que aparece en esta historia era muy importante porque era la que sabía dónde estaban todos los buques en el canal en el momento del Desembarco. La criptoanalista que todas las noches rompía el código del ejército alemán y cada día lo volvían a cambiar y era una matemática excepcional. Entonces, Martha le pregunta al general Harvey por qué no están en la foto cuando son piezas clave, y él alega motivos de seguridad. Yo creo que también ha pasado no solo en el periodismo. Independientemente de que hubieran tenido relevancia en el momento que les tocó vivir, han sido borradas y la posteridad les ha sido esquiva. 

Ahí aporta su granito de arena. ¿Siente que novelas como esta nos invitan a seguir dando pasos en ese sentido?

Claro. En su caso el hecho de que fuera la mujer de Hemingway la eclipsó. Ella era una persona muy reconocida tanto en el ámbito periodístico como en la literatura. A mí lo que me parece es que llegará un día en que el género será un rasgo más y no se tendrá en cuenta si alguien es hombre o mujer, y seremos capaces de valorar su trabajo o expresión artística sin proyectar toda esa serie de prejuicios. 

'Prohibida en Normandía' es su nueva novela. Pankra Nieto

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No bastando con esa oda al trabajo femenino, nos presenta una novela en la que demuestra que la guerra tiene parte de mentira, de artificio. Hollywood tuvo mucho que ver.

Me interesaba mucho el papel del cine en la guerra. Como tú has dicho, como arte del engaño. Había una influencia del cine desde tres factores que a mí me parecen muy importantes. Por una parte, por toda la cantidad de actores de Hollywood que además eran militares y estaban en la guerra. Y luego por otra parte, allí en Dover, montaron como el plató de cine de una gran superproducción de Hollywood, pero estamos hablando del Hollywood dorado de los años 40, con los grandes estudios. Toda esa maniobra de despiste fue el mayor truco de magia yo creo que de la historia, porque lo que pretendían con ese plató en el que estaban todas las personas que trabajan en una película -carpinteros, camarógrafos, técnicos de sonido, pintores...-, era que el ejército alemán mirara en esa dirección para que pensara que había 100.000 hombres esperando para cruzar el canal por el paso de Calais, mientras entraban por las playas de Normandía. Y la tercera gran influencia del cine en este acontecimiento fue la cinefilia que tenía Hitler, que todas las noches tenía que ver una película, hacía un cineforum, y se quedaban hasta las tantas comentándola. Con su círculo más íntimo, entre los que asistían a esas sesiones privadas, estaban Goebbels o Hofmann (su fotógrafo) y lo que hacían era que de puertas para afuera decían que veían películas de la productora gubernamental alemana. Pero nada más lejos de la realidad. Veían películas de espadachines, de Clark Gable, de Disney... King Kong era una de las que más repetía en su programación habitual, y la noche del Desembarco se acostó casi a las cuatro de la mañana. Cuando apareció a media mañana, la operación ya estaba muy avanzada, y el hecho de que gracias al cine pillaran los aliados al ejército alemán con la guardia baja influyó en el desarrollo del Desembarco.