Se aleja de cualquier estereotipo que tengamos en mente sobre cantantes de ópera o divismos trasnochados en pleno siglo XXI. El día de la entrevista aparece con su melena rizada alborotada por el viento y con una partitura barroca facsímil para la sesión de fotos. Rápidamente empieza a contar de forma directa su ya larga y fructífera trayectoria en el mundo de la música clásica y barroca. No elude relatar ni los éxitos ni las etapas más duras. En 2018 sufrió una crisis vocal que casi le obliga a abandonar los escenarios. Este periodo de colapso profesional y vital supuso un antes y un después en su vida, que le ha servido para enfocar sus objetivos profesionales y vitales de otra manera.

¿Cuándo empieza su interés por la música?

No recuerdo un momento en que no me interesara la música. Soy la pequeña de cuatro hermanos, que son músicos profesionales, y desde que nací, siempre había música en mi casa, mis padres son muy melómanos. Además, junto a mis tíos, tenían un negocio del concesionario de coches, así que crecí entre bujías y corcheas. Me encantan los coches y las motos, soy una fan de las Harley-Davidson, pero me decanté por la música.

¿Tiene una Harley-Davidson?

No, no tengo pero cuando sea mayor me compraré una moto. La música impregnaba la vida familiar y siempre me atrajo. Mis hermanos cantaban en una escolanía, así que cuando tuve seis años le pedí a mi madre que me dejara unirme. Me decía que era muy pequeña pero al final me admitió. A los ocho años hice mi primer solo en la escolanía, que surgió de manera casual, pero me salió muy bien.

Después pasó al Conservatorio…

Sí, estudié canto en el Conservatorio y después fui a Londres becada por el Gobierno de Navarra. Antes de terminar los estudios ya empecé a tener trabajo. Me resultó relativamente fácil entrar en el mundo laboral.

¿Cuánto tiempo estuvo en Londres?

Fueron cuatros años. Al principio fue duro porque al pasar de una ciudad como Pamplona, que tiene el tamaño ideal para mí, a una gran ciudad como Londres, te sientes un poco perdido. Sientes la inhumanidad de las grandes ciudades. Además, tenía la presión de sacar muy buenas notas para poder renovar la beca del Gobierno y la formación era muy exigente, con 16 asignaturas.

Al estar en un epicentro de la formación musical, ¿notó competitividad?

No, noté un gran compañerismo. Veníamos de diferentes partes del mundo, por lo que nada es muy local. Creo que he tenido mucha suerte porque no he tenido que enfrentarme a situaciones desagradables con otros colegas.

La siguiente etapa fue Madrid. ¿Cómo fue?

Pensaba que era la tierra de las grandes oportunidades, pero luego no lo fue tanto y aunque conocí a gente, apenas tenía conciertos. Quise entrar en el coro de la Comunidad de Madrid buscando una estabilidad profesional pero el director, Jordi Casas, al escucharme me dijo: “Tienes que cantar sola, algún día me lo agradecerás”. Ni siquiera en Londres me había planteado una vida de solista. Poco después empecé a hacer sustituciones hasta que me empezaron a llamar directamente, sin hacer audiciones ni pelearme para meter la cabeza. Fue un proceso natural.

En 2012 pegó al salto a Nueva York para debutar en el Carnegie Hall.

Sí, hasta entonces había actuado mucho en España y en Bélgica con un grupo, La Trulla de Bozes, con el que ganamos un concurso de jóvenes cantantes. Después estuve cinco años con L’Arpegiatta, con los que actué por todo mundo, incluido el Carnegie Hall y los Promps de Londres.

¿Cómo ve el panorama de la música clásica entre las nuevas generaciones?

Tenemos que fomentar que los jóvenes vayan a los conciertos, porque aunque estudien en los conservatorios, no van a ser buenos instrumentistas si no acuden a conciertos. Es la manera de impregnarse y aprender cómo se mueven en el escenario. De pequeña iba a todos los conciertos de María Bayo y Ainhoa Arteta, pero con las nuevas generaciones hay algo que está cambiando. A mí me encanta el concepto de concierto que tenemos, pero creo que tenemos que cambiarlo, porque no sé si es atractivo para los jóvenes, que igual prefieren elegir cualquier cosa en Netflix.

¿Cree que el público general está más abierto a la música clásica o antigua?

Curiosamente la música antigua y barroca resulta muy atractiva para los jóvenes porque hay patrones armónicos que son muy similares a muchas canciones pop. Hay bajos armónicos barrocos que se parecen a canciones de Mecano y a mucha música actual. A mí me atrajo la música barroca desde pequeña porque me resultaba muy actual sin saber ni distinguir los conceptos ni diferenciar épocas.

¿Qué valores cree que transmiten la música antigua y barroca?

El menos es más. La música renacentista es muy armónica para los oídos, no tiene artificios. A la barroca le llamaban la música de los afectos, sobre todo en el primer barroco, en el siglo XVII, donde la palabra y la poesía es la protagonista. Es tan sensual y exuberante que es imposible que no conecte con los sentimientos aunque estemos en el siglo XXI. Con quince años escuche El lamento de la ninfa, de Claudio Monteverdi, y dije “esto lo quiero cantar yo”. Es algo que conecta con tu corazón, con tu alma, con los sentimientos más profundos. Es una música que te lleva al límite del amor, del sufrimiento, de la pasión, del dolor. Cuando te metes en esos personajes a veces se purgan muchos sentimientos que te sirven para la vida cotidiana.

Desde hace años hay una lucha por recuperar el patrimonio musical olvidado de la música clásica. ¿Se ha avanzado, hay reconocimiento?

Seguimos en la lucha. Desde abril soy la presidenta de la Asociación de Grupos Musicales de la Música Antigua de España y la vicepresidenta de la Red Europea que reúne a 134 grupos de 23 países. Es un trabajo más enfocado de cara a las instituciones, intentando que se impliquen en esta tarea. Por ejemplo, a nadie le tienes que convencer de que Las Meninas son importantes pero, ¿qué pasa con la banda sonora de estas obras artísticas? Con la música, al no ser algo tangible, nos cuesta más convencer a las instituciones de que es importante. Es complicado explicar algo que es más abstracto frente a obras artísticas. La música antigua o clásica necesita de los intérpretes para vivir, y el apoyo debe ser a los intérpretes porque si no esa música se muere, no sale a la luz.

¿Sigue habiendo diferencias con el resto de Europa?

Sí, depende de los países, pero en algunos se cuida mucho más el patrimonio y a los artistas que lo investigan y lo difunden.

¿Cuáles son sus compositores fetiche?

Monteverdi, por supuesto. También Henry Purcell, Tomás Luis de Victoria, Bach, que es un dios, y otros como Antonio Cesti, que era un grandísimo compositor del siglo XVIII. Le llamaban el milagro de la música porque compuso más de cien óperas y él mismo era tenor.

Le han dirigido grandes nombres como Heras-Casado, William Christie, Fabio Biondi o Colin Davis. ¿Cómo se trabaja con ellos?

Por ejemplo, Heras–Casado observa hasta donde puedes llegar y siempre te exige un poco más. Los conciertos con él son como una prueba de atletismo en una gran competición porque te demanda todo el tiempo, pero también recibes su energía y conocimiento. Los grandes directores logran sacan lo mejor de ti.

Ha actuado en muchos teatros y auditorios. ¿Cuáles son sus preferidos?

Me encanta el Kursaal de San Sebastián por la acústica. Uno de mis sueños es hacer conciertos en pequeñas ermitas donde se aúnen el patrimonio material e inmaterial. A nivel internacional tengo predilección por cualquier teatro o escenario de Bélgica, un país que me adoptó y donde me siento como en casa.

En 2018 tuvo una crisis vocal. ¿Cómo se produjo, que le pasó por la cabeza en esos momentos tan duros?

Ahí pensé que se acababa todo.

¿Cómo se originó?

Empecé a darme cuenta de que tenía dificultad para llegar a la zona aguda de la voz. Visité a diferentes médicos porque pensé que me podía estar pasando algo en las cuerdas vocales, pero en las revisiones siempre me decían que estaban perfectas. Sin embargo, me encontraba cada vez peor. Una foniatra de Pamplona, Ana Martínez Arellano, después de más de un año notando que mi voz se estaba limitando, descubrió que tenía la laringe un poco girada. Me preguntó si había tenido algún accidente de coche. Al principio contesté que no, pero después recordé que dos años antes tuve un latigazo cervical debido a un golpe de un coche al que entonces no le di importancia.

¿Cómo dio con la solución?

Ella me recolocó todos los elementos para cantar, pero como había forzado tanto la voz durante todo ese tiempo, me rompí. Era como si se me hubiera olvidado cantar. Busqué profesores en España y fuera, y no encontré nada, hasta que leí un artículo en The Guardian titulado Por qué las estrellas como Adele no dejan de perder la voz, donde explicaban que artistas como Adele, Cher o Rolando Villazón, perdían la voz. En ese artículo se ha hablaba de dos señoras norteamericanas, Marianna Brilla y Lisa Paglin, que viven en un pueblo italiano que no planteaban una solución médica, sino otras técnicas. Contacté con ellas y me fui a Italia. Deconstruí mi voz y poco a poco con su ayuda la pude volver a construir.

A nivel psicológico tuvo que ser durísimo.

Fue un viaje y un proceso de transformación porque no sabía qué iba a pasar. Llegué con mi capacidad de comunicación muy mermada, casi no podía ni hablar. Al mismo tiempo pensaba en otras vías por si no podía dedicarme más al canto. Llegué muy triste. Me acompañaron no solo técnicamente, sino también a nivel afectivo. Les debo todo, son mis ángeles de la guardia. Fue una relación de confianza donde el ego desapareció.

¿Qué consejo daría a las personas que pueden verse en una situación de colapso?

Lo más importante es encontrar personas que te acompañen con implicación real y no perder nunca la esperanza. Cuando tienes un proceso catártico normalmente pasa por algo bueno, aunque yo en ese momento no lo veía, y tiendes a culparte con razonamientos ilógicos. También me di cuenta de cosas que no había hecho bien con la voz.

Cada vez es más evidente que vivimos en una cultura del ruido.

Se ve en todos los concursos de talentos como La Voz o similares. Cuanto más griten los cantantes, más aplaudimos nosotros. Vivimos en una espiral con cosas que no son naturales como el auto tune y otros dispositivos electrónicos que son muy agresivos, recibiendo frecuencias sonoras que son nocivas. Pasa en todos los ámbitos musicales, en la ópera o en la música pop.

¿El centro para la voz que tiene en Pamplona es consecuencia de esta crisis?

Sí, antes había dado cursos pero lo impresionante fue constatar como había recuperado la voz gracias a estas dos señoras y que esto podría servir para ayudar a otras personas. El proceso se basa en recuperar las técnicas que usaron los cantantes de ópera del siglo XIX. Cantaban hasta que se morían, hasta la vejez. No puede ser que una persona a los 40 años deje de cantar, significa que algo has hecho mal con tu voz. Estas técnicas se pueden aplicar a políticos, presentadores de televisión....

¿Qué consecuencias puede tener para las personas este nivel de ruido?

Tenemos las mismas cuerdas vocales que hace 300 años, sin embargo el nivel de ruido en los espacios públicos no es el mismo. Los supermercados y tiendas de ropa parecen discotecas. Los bares están a la vez con música y con la televisión encendida. Es una agresión auditiva constante. Los niños pasan horas escuchando sonidos electrónicos que producen una perdida de contacto con los sonidos de la naturaleza, que son los que nos pertenecen de forma natural como seres humanos. 

La cantante dirige también la Semana de Música Antigua de Estella-Lizarra desde el año 2020.

PERSONAL

Edad: 41 años (6 de diciembre de 1980).

Lugar de nacimiento: Pamplona.

Trayectoria: Estudió en el Conservatorio de Pamplona y después en el Guidhall School and Drama, donde obtuvo el Bachelor of Music con mención honorífica y ganó el School Singing Prize. Ha actuado con grupos como La Colombina, L’ Arpeggiata, Al Ayre Español, y ha sido dirigida por directores como Pablo Heras-Casado, William Christie, sir Colin Davis y Fabio Biondi. En 2011 fundó el grupo La Galanía, especializado en música barroca. Es presidenta de la Asociación de Grupos Españoles de Música Antigua y vicepresidenta de la Asociación Europea. Ha publicado 19 discos hasta el momento y dirige la Semana de Música Antigua de Estella-Lizarra.