Los caminos para disolver un matrimonio
El proceso legal varía según exista o no acuerdo entre los cónyuges sobre custodia, vivienda y pensiones
Tomar la decisión de poner fin a un matrimonio puede ser un proceso emocionalmente complejo. Pero una vez dado el paso sentimental, comienza el trámite legal. Y aquí es donde, a menudo, las parejas se encuentran perdidas. En este sentido, desde el departamento de Justicia de Euskadi explican que existen dos formas de divorciarse. Una es rápida, más económica y “civilizada”: el mutuo acuerdo. La otra, el contencioso, es larga, costosa y deja la decisión final en manos de un tercero.
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Cuando ambos miembros de la pareja coinciden en la voluntad de divorciarse y, lo más importante, en cómo hacerlo, se activa el conocido como “divorcio amistoso”. Las ventajas son indiscutibles. En primer lugar, porque resulta un bálsamo para el bolsillo y para la salud mental. Al no haber disputa, la ley permite que ambos cónyuges compartan la misma representación legal (el mismo abogado y procurador), lo que reduce drásticamente los honorarios.
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Amistoso
La hoja de ruta del divorcio amistoso comienza con la demanda y el “pacto”: se presenta la demanda de divorcio acompañada de un documento clave, el convenio regulador. Es un acuerdo redactado por la pareja donde se pactan las normas de su futura relación: custodia, vivienda, pensiones, etc. Junto a esto, se adjuntan los “papeles” oficiales: certificado de matrimonio, de nacimiento de los hijos y empadronamiento.
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Posteriormente llega la ratificación: el juzgado citará a ambos para que acudan, normalmente por separado o en un acto muy breve, a confirmar que ese convenio es lo que realmente quieren. Es el momento de decir “sí, estoy de acuerdo”. Finalmente se dicta la sentencia. Si el juez y el fiscal (si hay menores) ven todo correcto, se dicta sentencia y el juzgado se encarga de inscribirla en el Registro Civil. Fin del matrimonio.
Contencioso
La vía más ardua es el divorcio contencioso. Cuando el diálogo se rompe y es imposible pactar quién se queda con la casa o cómo se organizan las visitas de los hijos, se entra en terreno contencioso. Aquí el escenario cambia radicalmente. Ya no es un trámite conjunto; es un juicio. Cada parte necesita su propio abogado y procurador, lo que duplica los costes. Además, los tiempos se alargan y la tensión suele dispararse.
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Los pasos del divorcio contencioso son, en primer lugar, la demanda unilateral: uno de los dos da el primer paso presentando la demanda. Como no hay acuerdo, no hay convenio regulador. En su lugar, quien demanda incluye una propuesta de medidas: pide al juez cómo quiere que queden las cosas (uso de la vivienda, régimen de estancias con los hijos, pensiones, etc.). La contestación es el segundo paso, donde la otra parte recibe la demanda y tiene un plazo para contestar, oponiéndose a lo que pide su expareja y proponiendo sus propias medidas.
En la vista (el juicio), el juzgado cita a ambos, con sus respectivos abogados, a una vista oral. Allí se exponen los argumentos y se practican las pruebas. La decisión del juez: al no haber acuerdo entre los padres o cónyuges, es el juez quien decide por ellos mediante sentencia, que se inscribirá en el Registro Civil.
Una puerta abierta a la paz
Hay un detalle fundamental que muchos desconocen y que puede salvar situaciones límite: el proceso es reversible, pero solo hacia el lado positivo. Aunque se haya iniciado un divorcio contencioso, con demandas cruzadas y tensión, nunca es tarde para parar. Si en mitad del proceso la pareja consigue llegar a un entendimiento (a veces con ayuda de los propios abogados), pueden transformar el procedimiento contencioso en uno de mutuo acuerdo.