El cierre por obras del Principal hace que en estas fiestas de La Blanca la oferta teatral en la capital alavesa se haya reducido de manera evidente. Aún así, los amantes de la escena tienen una cita con Mi querida Agatha Christie, escrita por Juan Carlos Rubio, los días 5 y 6. Las representaciones van a tener lugar en el Félix Petite (centro cívico Ibaiondo) a las 20.00 horas.

¿Difícil de llevar lo de trabajar cuando todo el resto del mundo está no ya de vacaciones sino de fiestas? 

–(Risas) No, no. Lo difícil es conseguir que la gente venga a vernos cuando está en ese ambiente tan fantástico de amigos y familia, disfrutando tanto en la calle. Pero hay tiempo para todo y seguro que el público va a disfrutar.

Sobre escena, los espectadores van a ser testigos de un encuentro un tanto peculiar entre Agatha Christie y Benito Pérez Galdós. 

–Sí, es un encuentro muy especial. Agatha está en un momento vital muy importante. Ella está educada para dedicarse a su marido, su casa, su familia, su hija. Para eso la criaron, para ser esposa, madre y ama de casa. Pero de repente el marido le pide el divorcio porque se ha enamorado de una chica más joven. Ahí entra en un momento de confusión no solo de vida personal sino también profesional. Pierde las esperanzas de seguir adelante. Incluso piensa en la idea del suicidio. Es ahí cuando llega Benito Pérez Galdós y gracias a él, ella va viendo pequeñas ventanas para respirar. Es una obra bonita con un final inesperado. Vamos a dejarlo en que es un final inquietante (risas).

Dos nombres bien conocidos

Son dos personas conocidas. ¿Qué hay de ellas realmente en la obra? 

–Para empezar, un vocabulario brutal. Juan Carlos Rubio ha sido muy estricto a la hora de usar ese vocabulario. Al fin y al cabo, no es lo mismo una palabra que otra. La obra es una especie de lucha de titanes. Son personajes con mucha fuerza que tienen una batalla muy bonita de ver desde el patio de butacas. Por lo menos es lo que nos está llegando por parte del público que ha venido a vernos. No solo gente de teatro de toda la vida, sino también de gente joven. Estuvimos actuando, creo que en Alicante, e hicimos una matinal a la que vinieron estudiantes de instituto, que en muchos casos nunca habían ido al teatro. Disfrutaron mucho. Me pasa también a mí. Estoy disfrutando muchísimo con este montaje. Es muy gratificante.

Por cierto, ¿hay una Carmen Morales escritora? 

–(Risas) No, no. Es algo que me da un respeto increíble. Sí me gusta mucho leer, eso sí. Lo que pasa es que cuando estás en la vorágine de este trabajo, encuentras pocos huecos libres y tienes demasiada información en la cabeza.

¿Hasta qué punto en la obra se habla de literatura? 

–Como tal, no tanto. Es verdad que se utilizan figuras literarias, pero no se profundiza en ella. La verdad es que la obra tiene un poco de todo. Por ejemplo, humor. Es cierto que empieza un poco con un tono un tanto desesperante porque esta mujer está en un momento muy crítico. No puede creerse que la historia con su marido se ha terminado y está muy angustiada. Pero luego hay comedia. Además, solo escuchar hablar a Juan Meseguer ya es una maravilla

Una escena de 'Mi querida Agatha Christie' Cedida

El público tiene que irse... 

–Por supuesto, se tiene que haber entretenido. Pero esa obra es algo más. Llevamos desde septiembre con la función y estamos viendo que hemos conseguido no solo que la gente sonría o se quede con el corazón compungido, puesto que todos tenemos alguien cerca que ha pasado por un momento de depresión, inseguridad o incertidumbre. Siempre digo que este personaje es Agatha Christie y es real. Todo lo que ocurre es lo que a ella le sucedió. Pero podría ser cualquier mujer del mundo, incluso hoy. Es una mujer que siente en un momento dado un vacío en el que no sabe a qué agarrarse. Eso ha existido siempre, existe y existirá. Ella era una mujer educada para ese rol del que hablábamos. Pero, al mismo tiempo, era una mujer adelantada a su tiempo. No solo porque surfeaba, que es real, sino también porque era una trabajadora. Los libros más leídos, después de la Biblia, son los de ella. Pero a cualquiera de nosotros nos puede pasar lo que a ella, que la base sobre la que se sustenta todo se rompa y todo se caiga. Eso el público lo ve y lo entiende al momento. La salud metal es un tema que sigue a la orden del día. Es verdad que hoy, cada vez más, estamos perdiendo la vergüenza a pedir ayuda. Nosotros salimos agotados de cada función pero, a la vez, llenos de la energía del público.

Habla del personaje de Agatha, pero ¿cómo es Benito? 

–Pisa fuerte por donde va. En esta función, es el que lleva la pauta de la comedia, pero de una forma muy sutil, desde su punto de firmeza. Es un hombre que, con su porte, su forma de andar y su saber hablar, maneja la comedia. Ella se deja llevar por sus disparates y por lo que ocurre. Al principio chocan mucho pero llega un momento en el que van juntos. Van surfeando por las olas de la vida.

Una larga gira

A todos nos cuesta mucho eso de surfear por la vida. 

–(Risas) Sí, sí. Hay tempestades, mar en calma en el que no avanzas... pero él la ayuda.

Todavía tienen mucha gira por delante, ¿verdad? 

–Por suerte, sí. Hay funciones, de momento, hasta mayo del año que viene. Ni siquiera hemos entrado en Madrid. Hemos tenido algo de vacaciones desde el estreno pero bueno, hay que estar preparados porque ahora nos hacemos todas las fiestas importantes del norte. La verdad es que estamos felices.

Dos días en fiestas de La Blanca. ¿Tiempo para alguna escapada festiva o...? 

–Siempre hay tiempo de todo (risas). Juan y yo somos igual de tranquilos. Llegamos juntos a cada lugar, comemos juntos, somos muy disciplinados a la hora de nuestras lecturas y demás. Luego disfrutamos la función y, bueno, siempre hay un hueco para divertirse. Tampoco nos vamos a meter en medio de la fiesta, eso sí (risas). Yo estuve en La Blanca el año pasado con otra función y pensaba: ¿pero esta locura qué es? (risas). Fue fascinante. Así que algo disfrutaremos pero seremos comedidos.