Palés y palés; sacos y más sacos y ristras y ristras de ajos descargan en los puestos de la renovada Cuesta de Vitoria. El operativo es digno de ver.

Es Santiago, Día del blusa y la neska y día de feria de ajos en Gasteiz. Sin dar las nueve de la mañana, los productores ya han hecho las primeras ventas.

Es el caso de Javier, que a las dos de la madrugada se ha levantado para llegar a tiempo desde Zamora. Vende ajos ecológicos y botellas de aceite macerado con perejil, guindilla y otros aderezos a gusto del consumidor elaborados en Alicante.

Colgadas al cuello

Siete años lleva viniendo a la feria de Santiago y "merece la pena", dice. “Todo el mundo sale con al menos una ristra, y las siguen llevando colgadas al cuello”, sonríe, convencido de que mañana también regresará a Zamora de vacío.

“El año pasado tuve suerte y a las siete de la tarde ya había vendido todo y estaba tomándome una cervecita”, recuerda.

Ha traído unas 300 ristras de 15 cabezas y ciento y pico de 6; unos 400-450 kilos. Vende a 11 euros las de 15 cabezas; a 9 la malla de 15, ajos más pequeños, y a 6 euros la malla de 6 cabezas, más grandes, que dan más al ojo.

Tiempo y agua

“El ajo es tiempo y agua”, explica la compañera de puesto de Javier mientras sirve a una clienta y atiende a una clienta que no se decide por una y otra ristra: “El ajo gordo es solo que tiene más agua”, aclara.

Con las ristras de ajos al cuello.

A Javier, la feria de ajos de Vitoria le recuerda a la de Zamora. En la ciudad castellana, los productores colocan palés a lo largo de una misma calle sobre el pavimento y encima apilan las ristras de ajos. “Igual se venden 100.000 kilos”, apunta.

“El ajo allí es algo más grande que aquí”, detalla, como buen conocedor de las varias ferias a las que acude, como la de León o en Asturias, donde este año irá a principios de agosto, coincidiendo con las fiestas de La Blanca.

Clientela fiel

A su lado, Sara vende ajo de Navarra, aunque ella viene de la localidad cántabra de Reinosa. Acude desde hace 12 años a la feria de Vitoria, así que ya tiene clientela fiel.

“Saben que es buen ajo y vienen directos a comprar a mi puesto sin recorrer el resto de la feria, ya no me regatean tanto”, apunta. Sobre su puesto, 400 ristras esperan acabar en casa de algún gasteiztarra. “Merece la pena venir a Vitoria”, asiente.

Y eso que el número de puestos se va reduciendo con el paso de los años. Tiene las 20 cabezas a 20 euros y las 30 a 30 euros, pero hay descuento si la gente se lleva dos, 35 y 50 euros.

Ajo morado

Jonatan tiene ajo morado y lo grita a los cuatro vientos. “Violeta es la malla, el ajo no sabemos cómo será”, le espeta una transeúnte que camina de puesto en puesto.

Venta de ajos en 'la Cuesta'.

“El ajo violeta tiene un sabor más fuerte, cierto picor y un diente de ajo morado equivale a dos de ajo blanco”, diferencia a un comprador que pregunta en qué se distinguen.

A 7 euros vende lamalla. “Qué buen ajo hemos traído”, alza la voz. Es su segundo año en Gasteiz y, contento, asegura que “vendemos bien”. “Esto vuela, aunque este año hemos traído menos cantidad, unos 200 kilos”.

Los de Lerín

Unos metros más adelante, a la altura de Nueva Dentro, los de Lerín han montado el gran puesto de la feria de Santiago. Ristras y ristras de ajos navarros ante los que pronto se montan colas de espera.

Venta de ajos en 'la Cuesta'.

“Sin pelar, sin pelar se guardan, si los pelas, le quitas la protección”, aclara una vendedora a su cliente. 

El olorcillo a ajo comienza a apoderarse de la Cuesta con la misma rapidez con la que van desapareciendo las ristras de ajos de Lerín. Hasta 110 euros invierte una mujer en cabezas de ajo para toda la familia.

“No ves que ya me conocen. ¿Por qué te parece que está aquí la gente esperando, por guapo? Es ajo de Lerín de Navarra, del bueno”, grita entre cabezas de ajos y cuadrillas de blusas, neskas y txarangas que asoman entre los puestos.