Un nieto que no quiere dejar “en el velo del olvido” el trabajo urbanístico de su abuelo en una Vitoria que sí parece haberlo hecho. Sobre ese eje se ha trazado Vindicación del arquitecto José Luis López de Uralde (Vitoria, 1897-1966), obra de Iñigo López de Uralde, licenciado en Derecho y que, con todo el apoyo familiar, dedica ahora unas páginas como muestra de reivindicación hacia la figura del proyectista.

 Un ejemplar que pretende ser semblanza y vindicación de la vida y los trabajos de López de Uralde, “constructor esencial” del perfil de Vitoria y a la que el propio escritor dedica unas palabras. “Ciudad madre y madrastra que usa a sus hijos y luego los arroja al olvido. Hay quien dice que la ciudad tiene una deuda con su arquitecto. Nosotros, modestamente, hemos venido a saldarla”, recoge el autor en sus primeras páginas.

Iñigo López de Uralde, autor del libro y nieto del arquitecto Cedida

Y es que el legado arquitectónico que dejó López de Uralde en su propia ciudad no es corto. Suyos son reconocidos edificios como la antigua gasolinera Goya, el conjunto Ciudad Jardín o Casas Baratas; por citar algunos ejemplos.

Todas ellas, recogidas en “una obra pequeña, fácil de leer” con abundante material gráfico que agrupa toda la trayectoria de un arquitecto, “entregado a su trabajo que dedicó su carrera al planeamiento y modernización de la ciudad” según comparte el escritor en conversación con este diario.

Goya, edificios y... cines

Una de sus edificaciones más importantes fue la estación de servicio Goya, construida en 1935 en la calle Monseñor Cadena y Eleta, frente al Parque de La Florida. Una obra catalogada por el Gobierno Vasco en el Inventario del Patrimonio Artístico de Euskadi y que, pese a ser “pequeña en tamaño” López de Uralde (nieto) apunta que “refleja muy bien el estilo racionalista arquitectónico”.

“Está construida en hormigón con un arco volado de 22 metros y el diseño de la fachada es muy vanguardista. Sorprende que a una ciudad pequeña hayan llegarán en esos años las corrientes arquitectónicas de la Escuela Bauhaus y de la arquitectura moderna”, explica el escritor.

Gasolinera Goya, cuando estaba operativa Cedida

Pero además de los conjuntos Ciudad Jardín (1924) –calles Nieves Cano, Vizcaya Álava, Navarra, Guipúzcoa y Aguirre Miramón– y Casas Baratas (1929) – en la Avenida Estíbaliz y calle José Lejarreta, el arquitecto gasteiztarra es el ideador de varios edificios de viviendas de la ciudad, con especial proyección en el Ensanche vitoriano; en la calle San Antonio, Los Herrán, Paz, Olaguibel, Vicente Goicoechea o Plaza de La Provincia; entre otras.

Asimismo, también se encargó de la rehabilitación del Antiguo Hospicio y la capilla de Jesús Obrero.

La cultura también se coló en sus planillos. Los Cines Amaya fueron obra suya, inaugurado en 1955 en la calle Paz con la película La ley del silencio. También lo fue el Cine Samaniego (1959) – “el primer cine de barrio”– así como el último gran teatro-cine de Vitoria, Astoria Palace (1966), construido en la calle General Álava; la actual tienda de Zara.

Una vivienda del conjunto de Ciudad Jardín Cedida

Industria de Vitoria

Esa “vindicación” que sobresale en la portada del manuscrito evidencia el lugar que la industria ocupó en las distintas creaciones y estilos arquitectónicos. “La industria y la evolución de los materiales influye y mucho en la arquitectura y el crecimiento de las ciudades”, matiza el escritor.  

En concreto, fue el propio López de Uralde quien introdujo el uso del hormigón armado en Álava. Y junto a ese material, la construcción del siglo XX también estuvo marcada por el acero y el cristal.

"El crecimiento poblacional fue asombroso. Fue el territorio que más creció en población en los años cincuenta y setenta. En armonía, sin tensiones"

Por otro lado, tal y como recopila el libro, el paso de una ciudad agrícola a una ciudad industrial fue determinante en el diseño de los polígonos que rodean Vitoria. “El crecimiento poblacional fue asombroso. Fue el territorio que más creció en población en los años cincuenta y setenta. En armonía, sin tensiones”, concreta el novelista. 

“Ni una placa”

Con todo, el fin genérico de la obra no es otro que Vitoria “aprecie” ahoa tanto su figura como su trabajo. “Mi abuelo no tiene dedicado nada, ni una simple placa”, critica. De ahí el ánimo por impulsar este cuadernillo ilustrativo, para que “al menos durante una generación más, Vitoria se acuerde de él y de su obra”.