El tiempo se ha portado en estas recuperadas fiestas de Vitoria, lo que, junto con las ganas de volver a disfrutar de La Blanca, ha hecho que este año el recinto de las txosnas haya estado a rebosar todas las noches. Un enorme arco daba la bienvenida al espacio del campus de Álava donde, al filo del ocaso, todo se iba preparando cada día para una nueva jornada de celebración.

Muchos vitorianos han ido a las txosnas a cenar.

Es la hora de las familias, que vienen a cenar unos bocadillos con sus hijos e hijas antes de ir a los fuegos, dirigirse al centro o, por qué no, quedarse a disfrutar de los conciertos, kalejiras y actuaciones programadas en las dos calles del campus que ocupa el recinto.

Lucía y sus amigas.

Lander está al frente de la txosna de Iraultza 1921 y acaba de llegar de la reunión de los responsables del recinto. Según explica, no dan abasto. “Para llevar dos años sin celebrar las fiestas alternativas de las txosnas hay bastante afluencia de gente, está siendo una locura, estamos muy contentos todos los colectivos que formamos este recinto por la gran acogida de este año”, afirma Lander, quien explica que “la gente tenía ganas de volver a la normalidad, de volver a juntarse con la cuadrilla y tomarse unos potes en la Uni”, y por ello el ambiente en el campus “es una locura, no hay otra palabra para describirlo”.

Lander en la txosna de Iraultza 1921.

Para la gente que todos los años se lo trabaja para poner en marcha este espacio fue muy duro tener que echar la persiana precisamente en el 2020, año en el que las txosnas cumplían cuarenta años. “Fue jodido de pasar, había un montón de cosas preparadas y dolió el parón, pero el 40+2 está mereciendo la pena”, señala.

Susana y Guadalupe.

Por la txosna de la peña alavesista están pasando “mucha gente, muchos amigos de Gipuzkoa, Bizkaia y Nafarroa, pero también gente de Madrid, yo he llegado a escuchar a gente hablando con acento andaluz, en estas noches pasadas he escuchado acentos de todas partes”, asegura Lander. Por venir, incluso ha llegado “un chico de Roma que ha venido hasta aquí a ver sus amigos de Brigade Loco, ha flipado con lo que hay aquí”.

La lekeitiarra Sorkun.

Servir bocatas y bebida durante tantos días exige un despliegue humano que no sería posible sin la colaboración desinteresada de muchísimas personas, a las que no se paga “más que una cena y unos potes, y siendo por un motivo solidario, para la financiación de los colectivos el resto del año, la gente viene encantada”. Por ello, y aunque “es difícil cuadrar los turnos por temas de trabajo”, al final siempre hay alguien atendiendo. “Que no estemos siempre los mismos metidos detrás de la barra y en la cocina te ayuda un montón, te quitar estrés y carga de trabajo y lo agradeces”, afirma Lander.

Fraternidad en las txosnas vitorianas.

El regreso del kalimotxo

Llama la atención en las txosnas, y en toda la ciudad, el regreso del kalimotxo, brebaje autóctono y tradicional que parece proliferar como antaño. “Se está vendiendo un montón, no había preparado tantos kalimotxos en los siete u ocho años que llevo aquí”, asegura Lander, quien explica que en 2022 muchos colectivos han decidido “quitar las kalimotxeras de otros años y solo damos la opción de kalimotxo preparado; con este calor tú quieres algo fresquito para beber y se agradece, y eso que yo no soy de beber vino”.

Señalaba Lander que este año está escuchando acentos de todas partes en las txosnas y, efectivamente, no hace falta preguntar mucho para dar con gente de fuera, como Guadalupe, sevillana que reside en Ziordia y que ha venido a Vitoria con su amiga Susana, de Etxarri-Aranatz. “Es la primera vez que estoy aquí, estoy de nueva en todo, a pasar un ratito bueno con las amigas”, dice Guadalupe, que junto con Susana y otras amigas viene a “a comer un bocata y a ver a Izaro, a ver el ambientico”, explica la navarra, que no venía a las txosnas de Gasteiz desde “hace mogollón de años”.

Desde Lekeitio viene, y ha venido desde hace muchos años, Sorkun, que junto a su cuadrilla cena frente a una de las txosnas del recinto. “Solemos venir aquí casi todos los días, hay buen ambiente y está todo bien organizado, así que aprovechamos”, explica la vizcaína, encantada con la sensación de volver a vivir la fiesta “después de tres años”.

En mitad del recinto, una enorme estructura detalla todas las actividades programadas para este año en las txosnas, y muy cerca de la misma, Lucía y su cuadrilla esperan sentadas a que el ambiente se vaya calentando. “Este es el primer año que he venido, pero es ya el segundo día y está muy bien, a la noche suele haber bastante gente, hay conciertos, aunque igual hoy vamos al centro”, explica.

Según el sol se va ocultando, los blusas liberados ya de las obligaciones que impone la cuadrilla se acercan al recinto, y cada vez se va haciendo más difícil encontrar una mesa en la que cenar y tomar algo. Las barras se empiezan a llenar, y todo está listo para disfrutar del concierto de Brigade Loco. Un día más, como señalan en la txosna de Iraultza 1921, tocará echar la persiana las siete de la mañana en un recinto lleno.