La tolerancia y connivencia con el discurso populista y provocador de Isabel Díaz Ayuso de las estructuras de dirección del Partido Popular (PP), sus portavoces, representantes y candidatos en el conjunto del Estado han convertido al conjunto de la organización en cómplice del empobrecimiento de la política. Díaz Ayuso es el emblema que esgrime el PP para promover un cambio de paradigma en la política española. Su hiperliberalismo económico y la indolencia hacia la eficiencia y sostenibilidad de los servicios públicos que proporcionan equilibrio social y bienestar ciudadano no dejan de ser la expresión de una formulación ideológica que bebe de la nueva ola ultraconservadora que recorre las democracias occidentales. Hasta ahí, el debate intelectual es perfectamente asumible, con el cruce natural de argumentos y razones. Pero el modelo Ayuso es un modelo que busca enturbiar esos debates con mero populismo, con un discurso ajeno a los valores de convivencia y principios de respeto al divergente y que se ampara en la falsedad. El PP se ha entregado a un modelo fake que constituye un fracaso del liderazgo de Alberto Núñez Feijóo que acabará arrastrándole si no es capaz de diferenciar la conveniencia electoral de los principios democráticos. Los usos de esta derecha la inhabilitan como interlocutor fiable en el desarrollo de políticas de consenso, como se ha podido comprobar en las instituciones de la Comunidad Autónoma Vasca y la Foral Navarra, donde carece de relevancia. La complicidad suicida de las sucursales del partido en los territorios forales las convierte en meros convidados de piedra sin proyecto ni mensaje, meros emblemas que acogen con una sonrisa las visitas de sus mayores y que aceptan en silencio la utilización de un discurso que criminaliza y acosa, allí donde puede, al rival político. Este PP precisa agitar el fantasma de los nacionalismos periféricos para engrosar el suyo centralizador a la vez que apuesta por la asociación con la extrema derecha y sus discursos xenófobos e intolerantes allí donde los necesite para alcanzar el poder. Cuando Ayuso distrae la atención sobre los episodios de racismo en el Estado señalando a los nacionalismos vasco, catalán o gallego, ampara actitudes de ese tenor que aspira a convertir en votos. Y su partido lo comparte y se somete a ella.