a Asamblea General del PNV celebrada este fin de semana en el BEC de modo presencial, aunque limitado, tras el paréntesis de estos meses a causa de la pandemia ha escenificado el pistoletazo de salida de un proceso innovador e inédito en nuestro entorno mediante el que la formación jeltzale quiere abrir un nuevo ciclo de acercamiento y “escucha activa” con la sociedad vasca con el objetivo de identificar y abordar con la ciudadanía los grandes desafíos a los que se enfrenta Euskadi en los próximos años. Es evidente que el mundo está experimentando cambios de manera vertiginosa que afectan y afectarán a la manera de organizarse las sociedades democráticas y a las relaciones con y entre las ciudadanías en todos los aspectos, que obligan a repensar la manera de abordar los problemas que nos afectan y, por tanto, las soluciones a adoptar en el futuro en un entorno plural y globalizado. Resulta, por tanto, lógico que el PNV, formación que ha liderado Euskadi en las últimas cuatro décadas precisamente gracias a su conocimiento directo de la sociedad vasca y su conexión con las demandas y aspiraciones de la ciudadanía, busque mantener ese nexo imprescindible para un partido con vocación de gobierno. Es también natural que ese contraste con la sociedad se haga de manera directa, abierta y lo más amplia posible -no solo con la militancia propia-, de manera que tanto el diagnóstico como la hoja de ruta estén pegados a la realidad y sean viables. De momento, el primer diagnóstico elaborado por el PNV junto a medio centena de expertos ha identificado con bastante precisión los retos emergentes a abordar de manera urgente, y que van desde el necesario impulso de la igualdad al problema demográfico y su impacto en los servicios, pasando por el colosal desafío del cambio climático y las energías renovables, la diversidad, la digitalización o la migración, sin olvidar el derecho a decidir “regulado y pactado”, el euskera y la cultura vasca. El presidente del EBB, Andoni Ortuzar, comparó ayer acertadamente el abordaje de estos retos con los vividos en la transición, la institucionalización del país, las crisis económicas o el duro camino que posibilitó el fin de ETA, sin olvidar la pandemia. El proceso de escucha activa debe ahora enriquecer el debate y aportar precisión, concreción al diagnóstico y la mayor adaptación posible al terreno para beneficio de toda la sociedad vasca.
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