“En aquel colegio comencé yo a tomar la mala costumbre de descuidar lo principal por cuidarme de lo accesorio y, negligente en los estudios serios de la filosofía y las ciencias exactas, me apliqué al dibujo, a la esgrima y a las bellas letras, leyendo a escondidas a Walter Scott, Fenimore Cooper, Chateaubriand y cometiendo, en fin, a los doce años, mi primer delito de escribir versos”, escribió entre sus recuerdos José Zorrilla.

El dramaturgo creó la obra de Don Juan Tenorio. En Valladolid, su ciudad natal, no había tiempo para lo accesorio, ni para la poesía, en una crono seca, telegráfica, de prosa de atestado policial. Nada de arabescos.

La crono, apenas 12,2 kilómetros, era un redoble de emoción constante con curvas en su puesta en escena y sin ángulos después.

Se trataba de salir con inercia del laberinto y después alcanzar la máxima velocidad posible y sostener la media en lo posible.

Aceleración y potencia. Esa era la partitura. Perdió más del doble de metraje la pasarela donde debían medirse Jonas Vingegaard y Joao Almeida, los únicos aspirantes a la corona de la Vuelta.

El portugués venció el combate por diez segundos sobre el danés. 13:08 para Almeida y 13:18 para el líder, que fintó una derrota mayor con una gran crono tras una defensa numantina de sus ahorros.

“Estoy contento con la crono que he hecho”, dijo el líder, con la sonrisa dibujándole el rostro mientras relajaba la musculatura en el rodillo tras la fugaz crono.

Filippo Ganna, durante la crono. Photogenic/Claudia Alba

El líder continúa en su pedestal con 40 segundos de renta sobre el aspirante cuando a la espera de los fastos de Madrid, del último desfile, resta un combate en las alturas.

Ambos se retarán en la Bola del Mundo, la última cumbre, que sobresale el sábado a modo de epitafio de una Vuelta renqueante, de nuevo festoneada por banderas de Palestina.

Lejos de las montañas, sobre una crono que era una alfombra de asfalto sin distracciones, Vingegaard demostró que aunque su fuerza languidece después de disputar un Tour a fuego, todavía sostiene el armazón con la suficiente energía.

Almeida, tercero

Se defendió de maravilla el danés para desactivar el empuje de Almeida. "Lo he hecho lo mejor que he podido. Una pena que no hayan sido 27 kilómetros y hayan sido sólo 12. Nunca sabremos qué habría sucedido. La vida está repleta de ‘y si’... Puedo estar contento", apuntó el luso, ambicioso y agresivo en la crono. Mostró el colmillo y mordió a Vingegaard, que resistió la embestida.

Almeida desatado, completó una crono magnífica, tercero en el global, solo por detrás del vuelo de Vine, su compañero, y del cohete Filippo Ganna, vencedor, que salvó el gaznate por apenas un segundo.

Vuelta a España


Decimoctava etapa

1. Filippo Ganna (Ineos) 13:00

2. Jay Vine (UAE) a 1’’

3. Joao Almeida (UAE) a 8’’

4.Bruno Armirail (Decathlon) a 9’’

5. Ivo Oliveira (UAE) a 10’’

6. Stefan Küng (Groupama) a 11’’

7. Kelland O’Brien (Jayco) a 14’’

9. Jonas Vingegaard (Visma) a 18’’

24. Markel Beloki (Education First) a 32’’

73. Mikel Landa (Soudal) a 1:13


General

1. Jonas Vingegaard (Visma) 65h07:13

2. Joao Almeida (UAE) a 40’’

3. Tom Pidcock (Q 36.5) a 2:39

4. Jai Hindley (Red Bull) a 3:18

5. Giulio Pellizzari (Red Bull) a 4:19

6. Matthew Riccitello (IPT) a 5:17

7. Felix Gall (Decathlon) a 5:20

8. Sepp Kuss (Visma) a 7:26

27. Mikel Landa (Soudal) a 1h15:18

48. Markel Beloki (Education First) a 1h56:39

El UAE colonizó la crono, con tres ciclistas entre los cinco mejores. El quinto puesto fue para Ivo Oliveira. Vingegaard, impecable, fue noveno.

Jonas Vingegaard sigue en el liderato. Efe

El portugués estaba en su terreno, pero solo pudo sisar menos de un segundo por kilómetro al danés, que se dejó un racimo de su ventaja, aunque su renta parece suficiente si la gestiona adecuadamente en el duelo definitivo. Saber sobrevivir con lo puesto es un arte.

La Bola del Mundo resolverá el vis a vis entre el líder y Almeida, más apretados tras la crono, aunque el danés evitó la sensación de asfixia y de agobio máximo.

Respiró aliviado al comprobar que la derrota ante el portugués apenas le arañó la carrocería. "Todo se decidirá en la Bola del Mundo. Sigo líder, estoy contento con el maillot rojo y mi posición, y ahora trataré de aguantar hasta Madrid", apuntó Vingegaard.

Por motivos de seguridad, para protegerse respecto a posibles incidentes, la Vuelta encarceló la crono de Valladolid, completamente vallada para evitar sobresaltos en una carrera que tartamudea entre los gritos de apoyo a Palestinas y en contra del genocidio que perpetra Israel.

Victoria de Ganna

La organización, que respira en la incertidumbre, cruzando los dedos para que nada suceda, se encapsuló el juicio ante el reloj a un asunto exprés. Un café rápido. De trago.

Se redujo la distancia original de la crono, de 27,2 kilómetros, tanto que mutó a la naturaleza más propia de los prólogos.

Se quedó el debate en apenas 12 kilómetros. El tiempo se plegó sobre si mismo. Encogido. Nada de despliegues. El repliegue.

El escenario era muy distinto, más apresurado y urgente en una tirada corta en la que se imponía exprimirse de principio a fin, sin más diatribas.

No quedaba espacio para regular, para el cálculo, para las matemáticas y el túnel del viento. Se trataba de apresurarse al máximo.

Del aquí y el ahora, de concentrar los vatios y lanzarlos en cascada. Despegar y aterrizar. Un viaje en cohete. Adrenalina y excitación. Supersónico, el italiano resolvió la crono en 13:00 a 56,1 kilómetros por hora.

El Gigante de Verbania, dos veces campeón del Mundo, propietario del récord de la hora, un ultraespecialista, fijó el listón con un ejercicio estupendo, que a punto estuvo de rebatir Vine.

Sentado en la silla caliente, Ganna corrió el serio riesgo de ser electrocutado tras la enérgica sacudida del australiano.

El alfil de Almeida, vencedor de dos etapas en distintas cumbres, se quedó a menos de un segundo en un actuación metafísica.

El hombre que brotó del rodillo, el rey de la montaña de la Vuelta, a un dedo de descontar la alegría Ganna, imponente su pose de mantis religiosa, desplegando su caudal de potencia que le concedió su 36ª victoria, la 29ª en su especialidad.

En ese escenario donde no hay tiempo para pensar ni reaccionar, en el que solo se puede pedalear en una postura tortuosa e incómoda, rezando, Almeida aprieta la Vuelta.