Hubo un tiempo en el que se creía que nada era más resistente, duro y sólido que un muro construido en piedra. Así se levantaron las pirámides, las fortalezas, los castillos y las muralla. Contra ese material se estrellaron millones de voluntades y decenas de imperios. Las rocas las perfora el agua, tan dócil y tan salvaje, tan calma y tan desafiante. El agua es capaz de horadarlo todo. Nada se le resiste. La mejor de las tuneladoras. Solo necesita tiempo, perseverancia y voluntad. De agua está hecho el obstinado Marc Hirschi, capaz de derribar el Muro de Huy, que no es un muro cualquiera. El último en hacer pie en esa colina de barrio fue Julian Alaphilippe, campeón del Mundo. Huy representa una conquista absoluta y la confirmación de un ciclista arrebatador que embelesa con su clase. El suizo plegó a Michael Woods y Cosnefroy en un rampa que le puso en órbita, inaccesible para Porte o Pogacar.
Hirschi fue una de las mejores noticias del pasado Tour de Francia, el animador de una carrera inerme. Su perseverancia le hizo victorioso después de dos cabalgadas que se desvanecieron en el ocaso. Hirschi no se rindió. Continuó con su misión hasta vencer. El suizo, en estado de gracia, se enfatizó en el Mundial. El domingo fue bronce en Imola. En la Flecha Valona, en uno de los altares del ciclismo, en ese muro con aspecto de calvario, decoró con el oro del triunfo su ciclismo elegante, de esmoquin.
El suizo se matriculó con honores en un muro que exige el uso de crampones y piolets. En una rampa escarpada, sin eco, acallado el público por las medidas que impone el combate contra el coronavirus, Hirschi gritó una actuación soberbia. Funcionó como un reloj suizo. Concreto. Exacto. Eficaz. Hirschi se activó a la hora justa. Woods se adelantó. Eso le provocó un retraso en meta. Hirschi observó el movimiento de Woods, que revoloteó a cien metros de la corona. Demasiado pronto. Hirschi se colgó a su esfuerzo y se aceleró a 75 metros. Cuando despegó el suizo, Cosnefroy quiso rastrearle, pero el suizo, alado, se presentó en la cima besando el puño y golpeando el aire.
El sello de Vansevenant
Fue su rúbrica a una victoria rotunda en la Flecha Valona en la que ni Alaphilippe ni Valverde, los últimos dominadores del Muro, pusieron pie. Además de Hirschi, que se quedó con la gloria, en el metraje sobresalió Mauri Vansevenant. El joven belga, de 21 años, se ganó cada plano con una enorme escapada. Primero en compañía y después en solitario. Vansevenant resistió hasta las afueras del Muro de Huy, donde Mauri, que debe su nombre a su padre, admirador del exciclista Melchor Mauri, claudicó finalmente. En el diálogo contra la pared, en el muro de las lamentaciones, en las distancias cortas del esfuerzo agónico en Huy, Hirschi derribó el muro.