vitoria - El mayor acontecimiento deportivo del año en Vitoria arrancará mañana domingo a primera hora (8.00) en el pantano de Landa con 2.296 historias en su casillero de salida. Todas tan peculiares y distintas como la procedencia y motivación de quienes las protagonizan, triatletas amateur en su gran mayoría procedentes de medio mundo que nadarán, cabalgarán en bicicleta y correrán a lo largo de todo el día hasta la extenuación. Hasta que las fuerzas no den para más o la cabeza, llegado un punto, simplemente diga basta. Una de esas historias de motivación personal la volverá a protagonizar por segundo año consecutivo Asier Urbina, un aficionado reciente al triatlón y las carreras de larga distancia que desde los 16 años se gana la vida entre fogones y pucheros, los últimos los del Restaurante Ikea, cuya cocina lidera desde hace un par de meses con el mismo entusiasmo con el que se enfrenta a retos del tamaño de un ironman. “Todo depende siempre de la actitud con la que te enfrentes a las situaciones y los problemas”, acostumbra a decir en esta linea.
A sus 29 años y en el marco de la décima edición del Triathlon de Vitoria, este cazador de sueños se ha vuelto a retar a sí mismo lanzando un nuevo desafío en favor de los vitorianos que por una causa u otra están necesitados de alimentos o productos básicos para sus hijos. Al igual que ya hiciera entonces, Urbina desempolvó hace unas semanas el hastag #ISGasteiz (Ironman Solidario Gasteiz), puso en marcha la potente maquinaria social de este movimiento que huye de los egos y ensalza las personas, y lanzó la gran cifra: 4.000 kilos de comida que posteriormente serán entregados al Banco de Alimentos de Álava y que podrían paliar la situación de casi 700 familias alavesas. A cambio, este joven se compromete a completar el ironman en menos de once horas, unos minutos mejor que el registro que firmó aquel 12 de julio donde, por cierto, patrocinadores, amigos y ciudadanos anónimos recaudaron 3.752 kilos de comida para esta causa solidaria.
Con dos maratones, tres media maratones, tres San Silvestre Vallecanas y dos triatlones disputados hasta la fecha, el integrante del Club Vibike encara este domingo su segunda participación en Vitoria en la gran distancia con la misma presión que la primera vez pero con la tranquilidad de saber que los datos que ha ido recopilando en los últimos días en cuanto a recogida de alimentos y empresas que se han adherido a la iniciativa invitan a pensar que el objetivo no solo podría cumplirse sino incluso superarse. “Estamos desbordados, esa es la verdad; si el año pasado a estas alturas teníamos alguna duda de que pudiese salir, esta vez las expectativas son realmente grandes. Es increíble la cantidad de buena gente que hay en Vitoria”, sostiene un satisfecho Urbina, que apuntala después el segundo gran reto que supone para él la finalización de un castigo semejante. “Esta profesión mía es muy dura y absorbente y cuando te quieres dar cuenta tienes 23 años, pesas 107 kilos y sí, has cumplido un sueño profesional pero con cierto poso de acritud porque tienes la sensación de haber desperdiciado media juventud. Un día un familiar me retó a correr una carrera de cinco kilómetros. Estuve a punto de no terminarla, llegué de los últimos y me lesioné. Ese fue el primer aviso que me daba la realidad sobre mi estado de forma. A eso se sumó después la narcolepsia que me diagnosticaron, así que ahí comencé a cambiar mi estilo de vida. Ahora soy una persona muy activa que ve en el deporte una forma de superarse a sí mismo”, reconocía hace poco el propio triatleta en el congreso de TEDx Almendra Medieval celebrado en el Europa.
caldo de gallina para desayunar Si todo transcurre según el plan trazado, mañana volverá a madrugar, desayunará caldo de gallina y pescado en compañía de su inseparable Mónica, que es quien mima con esmero sus enormes piernas, y pondrá rumbo a Landa con un nudo en el estómago del tamaño del pantano. A partir de ahí comenzará una “tortura” de al menos once horas donde tendrá que convivir con esos pequeños, y peligrosos, “diablos” que aparecen en los momentos de máximo subidón con el llamado hombre del mazo, que el año pasado apareció al poco de calzarse las zapatillas para recorrer 42 kilómetros. “Si no es por la gente no lo acabo”. Y al filo de las 19.00 horas cruzará la meta de la Plaza España calado con su pintoresca gorra del KAS, empapado de sudor y roto por dentro después de una tralla de casi cuatro kilómetros a nado, 180 en bicicleta y otros 42 corriendo en poco más de once horas, pero con una tremenda sonrisa en la cara que responderá de un plumazo a quienes estos días en Vitoria no dejan de preguntarse qué motiva a una persona a llevar su cuerpo hasta el límite. “Quizá mi careto les pueda dar una pista”.