Aunque la trayectoria profesional de Mireia Gabilondo es amplia, variada y reconocida, hasta ahora no se había visto en el mismo papel. En Nunca he estado en Dublín es la primera vez que se ha encargado de la dirección de un montaje que, además, protagoniza junto a Aitziber Garmendia, Iñigo Aranburu e Iñigo Azpitarte. Los cuatro se encuentran hoy con el público en el Arrazpi Berri (22.30 horas) en el marco de un Festival de Teatro de Humor de Araia al que, en realidad, ella volverá mañana, aunque no sea de manera presencial. También es la directora de Kortxoaren dilema, a la que dan vida Patxo Telleria y Mikel Martinez en la localidad alavesa.
Una hija que acude a un encuentro familiar acompañada por una novia que, en realidad, nadie ve salvo ella. Y a partir de ahí, ¿qué?
–Es cuando empieza la comedia (risas). Creo que es un disparadero que a todos se nos despierta en la cabeza: ¿pero qué va a pasar ahora?. No hay nada mejor para una comedia. Lo bonito que pasa en la función es que todos pasamos por diferentes momentos de querer ver a la novia, de querer entender a nuestra hija o hermana, sus razones, sus sentimientos... Además, el resto de personajes guardamos muchas mentiras, apuros y nerviosismos por asuntos personales, cosas que van apareciendo a lo largo de la función. Es muy bueno para la comedia que el resto de personajes también tengamos nuestras luces y sombras. Lo bueno de las comedias es que sabes que aunque te estés riendo de cosas dolorosas en algunos momentos, van a tener un final feliz.
¿Cómo ha sido dirigir e interpretar al mismo tiempo?
–Es la primera vez que lo hago. Esta función, escrita por Markos Goikolea, nace de un laboratorio de escritura que tutelamos Patxo Telleria y yo. Es decir, conozco y entiendo, o eso creo, todo lo que la obra conlleva y supone. Desde esa base, y como la decisión estaba en mis manos, pensé que podía disfrutar de ambos roles y que iba a poder aportar algo desde los dos. La verdad es que me lo he pasado muy bien. No ha sido difícil compaginar todo. Además, los compañeros me han ayudado mucho, igual que Sara Cózar, la ayudante de dirección. No sé si lo volveré a hacer, pero bueno, de esta primera ocasión creo que he salido indemne (risas).
Dice Aitziber Garmendia que en los ensayos a usted se le notaba que miraba de una manera diferente si actuaba o si dirigía aunque estuviese en escena.
–Lo de dirigir desde dentro ha tenido su aquel. Incluso cuando estaba actuando, sentía la escena como la directora, y paraba los ensayos para hacer esta indicación o la otra.
"En todas las familias encontramos que no podemos aguantar algo, que hay un comentario que es molesto para el resto"
Su personaje
¿Cómo es esa ama a la que da vida sobre las tablas?
–El padre y la madre son de esas parejas mal-bienvenidas, digamos. Llevan toda la vida juntos y están muy acostumbrados a meterse puyas, a hablar mal del otro... pero, aún con todo, siguen riéndose y, de algún modo, quieren estar juntos. Son muy cómplices. El personaje de la madre, en concreto, es un poco insoportable, muy mandona. Quiere que todas las cosas sean como ella piensa que deben ser. Sabe más que el resto, o eso cree. Es, además, una tremenda sufridora, de las de todo me pasa a mí. Es una madre que creo que todos podemos tener en la retina. Pero, en este caso, es una madre que también tiene muchos problemas y una gran urgencia, que no vamos a contar ahora, eso sí (risas). Pero tiene que dar salida a un gran problema que está ahí y que no es que tu hija venga a cenar con una novia imaginaria. A veces terminamos haciendo un poco de daño a otros cuando queremos tanto. Ella es un poco así. Pero la disfruto mucho.
Vamos, que el público se va con una sonrisa pero también con unos cuantos temas sobre los que pensar.
–Todas las familias tenemos lo nuestro, eso es así. Es fácil identificarse con esta. En todas encontramos que no podemos aguantar algo, que hay un comentario que es molesto para el resto... Eso lo vive muy cerca cualquier familia, tenga hijos como esta o no. A partir de eso es cierto que tratamos unos cuantos temas interesantes. Por ejemplo, la no aceptación por parte de unos padres de la homosexualidad de la hija. Es un tema muy candente todavía hoy. Hay más cosas también. El hijo tiene su aquel. Está separado y su ex mujer no le deja ver a su hijo. Y el padre es alguien que ha cambiado totalmente de vida. De repente, ahora aboga por el pensamiento positivo. Piensa que todo lo que le pasa es para bien. Eso, a la madre, le pone muy nerviosa.
Hacen comedia de situaciones que parecen no tener ninguna gracia. Pasa también con ‘Kortxoaren dilema’, obra que usted también dirige y que se puede ver mañana en el Festival de Teatro de Humor de Araia. No deja de ser un thriller...
–Sí, sí. Es un thriller que, en realidad, guarda muchas sorpresas. Hay un personaje, sobre todo, que tiene muchas dobleces. La función tiene una evolución muy interesante. El texto está fantásticamente escrito por Patxo Telleria. Los dos personajes tienen un bonito viaje a lo largo de la obra. Cada función tiene su atractivo y ahí está lo bueno, en que cada proyecto te ofrece, también como público, distintos enganches.