Iñigo Aranburu, Iñigo Azpitarte, Mireia Gabilondo y Aitziber Garmendia van a ser los últimos en subirse al escenario del Teatro Principal tal y como está ahora. La Blanca se despide de la capital alavesa y con las fiestas, el centenario edificio de la calle San Prudencio cierra sus puertas para someterse a, por lo menos, 30 meses de reformas. Jueves y viernes, la cita con el público es a las 19.30 horas. Tentazioa presenta una comedia sobre la aceptación de las vivencias y creencias ajenas. Ez naiz inoiz Dublinen egon llega el 8. Nunca he estado en Dublín el 9.
¿Son conscientes de que van a ser los últimos en actuar en el Principal?
–Sí y mucho. Hace unas semanas, vimos en la televisión imágenes del Festival de Jazz allí y dijimos: mira, en nada vamos a estar ahí y vamos a tener el honor de cerrar el teatro.
Esto hace las actuaciones más especiales o, al fin y al cabo, es una situación, por así decirlo, ajena.
–Por supuesto que hace las actuaciones muy diferentes. De hecho, yo he adelantado la vuelta de las vacaciones para poder estar estos días (risas). No, ahora en serio, siempre es muy especial poder ser esa persona que pisó por última vez ese escenario, aunque luego, por supuesto, vuelva a abrirse.
“Éste es un montaje que te exige mucho. Yo termino siempre la función hecha polvo de tanto gritar y de estar tan loca”
Es un escenario que usted conoce bastante bien, porque ha estado sobre él con varias propuestas de diferente índole.
–Sí, sí, he estado unas cuantas veces. De hecho, es un escenario bastante importante para mí a nivel personal. Allí he celebrado hasta una fiesta sorpresa de cumpleaños.
¿Perdón?
–Sí, sí, me ha tocado vivir de todo. Allí cerré la gira de Rita y ese día de la última función de la obra coincidía con mi cumpleaños. Así que me prepararon una fiesta. Es una jornada que recuerdo de manera muy especial. Pero bueno, he estado otras muchas veces, con El enjambre, Losers, Del color de la leche, Mujeres en sus camas...
Ahora regresa en un contexto de fiestas, que no sé hasta qué punto es algo que juega a favor o puede ser un handicap.
–Siempre que no haya algo contraprogramado, ayuda. La gente viene en un ámbito festivo, mucho más animada, está más a favor, sobre todo si es, como este caso, una comedia. Puede pasar que a la gente no le apetezca meterse en el teatro, que esté en la calle con el buen ambiente, pero no creo que sea el caso de Vitoria. Gasteiz tiene un público muy fiel y siempre hemos solido llenar. Además, suele ser un público que viene con muchas ganas. Espero que pase así de nuevo.
Esta vez, viene con una comedia en la que hay un personaje que, en realidad, no existe.
–Podemos contar algo más, no te preocupes, que no vamos a hacer spoiler (risas).
Una hija, a la que da vida usted, vuelve a casa...
–Eso es, Elena vuelva a casa por Navidad, como el turrón (risas). Pero trae a su novia de visita, para que conozca a la familia. Ella se fue de casa unos tres años antes porque sus padres no aceptaban que tuviera una novia, que fuera lesbiana. Cuando los padres deciden aceptar la vida de su hija, ella decide volver con su novia. Solo que hay un pequeño detalle a tener en cuenta: que a su novia solo la ve ella.
“Es muchísimo más fácil lanzar comunicados en las redes sociales que comunicarse entre personas. Es lo que nos está pasando”
Es un punto de partida bastante loco.
–Sí, sí, y es algo que se mantiene durante toda la función. De hecho, es un montaje que te exige mucho. Yo termino siempre la función hecha polvo de tanto gritar y de estar tan loca (risas).
Todas las familias tienen lo suyo, ¿verdad?
–Sí. Sin duda. En esta obra se habla de lo que nos cuesta ver la realidad del otro cuando lo nuestro lo vemos todo tan claro. Mis padres, al final, lo dicen en la función: esto también podremos llegar a entenderlo. Es un momento en el que intentan hacerlo por activa y por pasiva, y eso me genera una gran ternura como actriz.
Así en general, no estamos en unos tiempos en los que hagamos mucho por entendernos, ¿no?
–No, para nada. Es mucho más fácil criticar, ir en contra... Es muchísimo más fácil lanzar comunicados en las redes sociales que comunicarse entre personas. Es lo que nos está pasando.
Una comedia muy disparatada
Es una comedia con un ritmo bastante alto.
–Sí, sí, es una comedia muy disparatada. Empieza ya bastante viva de ritmo y antes de terminar la primera mitad de la función, ya estamos los cuatro disparadísimos. Mireia Gabilondo me suele decir: regula y guárdate para el final. Siempre pienso en intentarlo, pero se me olvida rápido (risas).
En euskera y castellano, ¿todo es igual o hay matices diferentes?
–Sí hay matices distintas e incluso referencias que se han adecuado dependiendo el caso. Pero la esencia es la misma. Hay obras que cambian más de un idioma a otro. Pero esta no tanto.
"Yo hay veces que llego a alguna función y tengo que parar dos segundos para recordar: '¿y de qué iba esto?"
Mencionaba a Mireia Gabilondo, que es al mismo tiempo actriz y directora. ¿Cómo ha sido ese trabajo en paralelo?
–Una locura divertidísima. Cuando estábamos en escena durante los ensayos, yo me daba cuenta al instante si la que me estaba mirando era el personaje de mi madre o era Mireia. De verdad que le cambiaba la mirada (risas). Son muchos años de currar juntas y sabes que llega ese momento en el que la directora te la va a soltar. Ha sido muy divertido. Ella ha sabido estar en los dos sitios a la perfección.
¿Cómo es Elena, el personaje al que da vida?
–Es bastante frágil. Se la ve como una mujer fuerte y luchadora, pero yo creo que reside en ella una fragilidad increíble, mucha soledad y miedo a no ser aceptada. Eso es algo que le ha pasado en sus primeros años de adolescencia, el no ser aceptada. Eso le lleva a posicionarse en un sitio bastante incómodo para los demás pero, a lo mejor, más fácil para ella. Es: ni me habéis visto durante todos estos años, pues ahora voy a hacer que paséis por lo mismo. Todo lo que hace es por su fragilidad y por la soledad.
Es, además, lesbiana, que, aunque parezca mentira, sigue siendo hoy algo que escandaliza a unos cuantos...
–Estamos a años luz de que se vea como algo normal. Es una realidad que es así y que no podemos negar, aunque estemos hablando, en este caso, de una obra que es una comedia. No se trata esto, de todas formas, en este sentido en el montaje. Cuando empezamos los ensayos, a la hora de pensar en los personajes de mis padres, decía: qué bien estaban cuando pensaban que mi novia era de carne y hueso. Siempre, cuando conoces algo peor, lo de antes no te parece tan malo (risas). Supongo que para muchas mentes cerradas de hoy en día, un sustito así a lo mejor les vendría bien y todo. ¿Te preocupaba que tu hija o tu hijo fueran gays? Pues siempre hay algo más difícil de encajar (risas).
Lo próximo
¿Los siguientes planes de Aitziber Garmendia?
–Me espera un año llenísimo de trabajo, por fortuna. Estreno en Madrid otra función con Tanttaka en coproducción con el Centro Dramático Nacional. Se estrena el 18 de octubre. En enero de 2025 comenzamos la gira de esta obra, mientras sigo con el tour de Del color de la leche y preparo otra función que se llamará Arizona. Además, seguimos con el rodaje de Muertos S.L. para Movistar Plus+.
Con tanta cosa en la agenda, habrá que tener la cabeza bien organizada, ¿no?
–Total. Yo hay veces que llego a alguna función y tengo que parar dos segundos para recordar: ¿y de qué iba esto? (risas). A veces tienes la cabeza en mil textos. Pero bueno, de momento lo llevo bien.