En pleno puente festivo para la gran mayoría, ella no descansa. Samantha Hudson regresa este sábado a la capital alavesa. Lo hace para subirse al escenario de la sala Jimmy Jazz dentro de la gira de su última referencia, Aove Black Label. Todavía queda alguna entrada disponible para acudir.

Agotando entradas en varios escenarios de esta gira y ganando un MTV EMA a mejor artista española... ¿No le va mal, no?

–(Risas) La verdad es que estoy en un buen momento. Aunque también te digo que siempre siento que estoy en mi mejor momento posible. Eso me ayuda también a no tener unas expectativas demasiado altas. Así, además, disfruto de una manera mucho más exagerada cuando llegan esas sorpresas tan gratas como ganar el premio de MTV. ¡Eso ha sido muy fuerte!

Premios y reconocimientos son también una responsabilidad...

–No lo creo. Siento que hay que quitarle hierro a estas cuestiones. No digo que haya que quitarle valor a este premio, no me entiendas mal. Para nada. Es un hito muy grande. Pero los éxitos y los fracasos hay que mirarlos siempre desde la distancia para no tomártelos tan en serio. Quiero decir, ni en unos ni en otros te puedes ahogar. No te puedes emborrachar de la fama y de que en un momento te vayan bien las cosas. Tampoco sentirte miserable porque tus planes no hayan salido como esperabas.

Lo cierto es que ha conseguido en pocos años algo que unas cuantas voces creían que no iba a alcanzar. Desde que apareció, hubo quien dijo que no iba a durar, que era cosa de un momento, de un escándalo y punto.

–Al contrario de lo que pueda parecer, llevo muchos años dedicándome a esto, aunque al principio no fuera de una manera profesional. Pero desde la pandemia vivo sobre todo de la música, de hacer conciertos. Samantha Hudson nació en 2015 con aquel fatídico videoclip y me vi inmersa en la polémica. Desde ese momento, ya sabía que se iba a quedar para largo el murmullo de que yo era un producto esporádico de Internet, y que iba a desaparecer tarde o temprano. Pero no me he fustigado nunca con esa idea. He aceptado y he tenido presente en todo momento que quizás eso pudiera suceder. No me he juzgado nunca con mucha contundencia. En cada momento de mi carrera le he ido comiendo la tostada al mainstream, nutriéndome de las controversias y de esa tendencia a creer que Samantha Hudson se va a disipar en el aire en cuanto se pase de moda. Supongo que hay gente que me sigue haciendo de menos, pero no me molesta tampoco.

Frente a eso, hay un público muy fiel, ¿verdad?

–Aunque parezca que soy una chica con muchos detractores, tengo cualitativa y cuantitativamente mucha más gente a favor. Eso sin duda. Lo que más me alegra es que percibo un cariño muy genuino. La gente entiende muy propuesta y, sobre todo, se alegra de una forma muy auténtica de todas las cosas que voy consiguiendo. Me siento muy respaldada en todo el camino. Hay gente desde el principio y quien se ha ido sumando. También, personas que al principio me miraban con prejuicios pero que han conseguido mirar más allá.

Está en plena gira y cualquiera que haya visto a Samantha Hudson en directo sabe que es una artista de las que acaba cada actuación o muerta o, por lo menos, con un par de kilos menos.

–Mira, la primera gira que hicimos fueron como 43 fechas sin parar. Adelgacé muchísimo y eso que comía como una cerda embarazada. No paraba de engullir (risas). Cada actuación es un desparrame de energía. El concierto es algo, por lo menos para mí, muy catártico. El público lo disfruta muchísimo y a mí hay momentos que hasta me falta el oxígeno. Entre eso, el humo, el láser y que con la miopía que tengo, se me emborrona la vista, entro en una especie de trance (risas). Más que un concierto, es una liturgia catártica en clave de electrónica. La realidad es que yo disfruto mucho y la gente es muy maja porque siempre me perdona que pueda haber algún error. De todas formas, a mí me importa cumplir unas expectativas cuando salimos al escenario.

¿En qué sentido?

–La primera gira que hice llevaba dos bailarinas. Pero poco a poco fuimos incrementando el elenco. Ahora he contado con dos coreógrafas muy buenas de danza contemporánea y hacemos un espectáculo muy divertido y marciano. Todo ello con un diseño de luces propio, con un nivel de producción musical... quiero decir, que poco a poco he ido trabajando y puliendo todos esos detalles que quiero en mi propuesta. Es justo lo que hace cualquier artista: invertir tiempo, dinero y energía en tu proyecto para que vaya evolucionando a algo cada vez más exquisito.

Esta gira viene dada por la publicación de ‘Aove Black Label’.

–Sacamos un EP llamado Aove el año pasado esta es, por así decirlo, la versión extendida. Es como un producto gourmet con tres canciones más (risas). Es una oda y una alabanza a la escena club que está resurgiendo. Son canciones muy para bailar.

¿Un nuevo paso para una artista que cómo se ve dentro de, por ejemplo, diez o quince años?

–En la música me quedan muchos terrenos que explorar. Con esta onda electrónica me siento muy a gusto, pero me quedan más cosas por hacer. Lo que más disfruto es ir de gira, las puestas en escena, pensar un concepto artístico aunque luego sale otro diferente... Eso es lo que quiero seguir haciendo hasta que las circunstancias me lo permitan. Cualquier escenario es posible para una chica tan ambiciosa como yo. Me gustaría seguir haciendo algo que me haga ilusión, si me lo puedo permitir. Pero no quisiera ser una esclava de un género musical o una disciplina artística. De momento, vamos a seguir girando hasta el año que viene. Nos queda además toda la temporada de festivales. Bueno, y lo más importante es ir a Vitoria, que es un concierto que promete muchísimo.

Fuera de la música también ha hecho cosas. ¿Le gustaría dar más pasos en esos campos?

–Me gusta involucrarme en cualquier proyecto si siento que le aporta algo a la narrativa de mi vida. Cualquier escenario es posible porque, como dijo Madonna, la ambición es rubia.