Hasta ahora nuestro querido escanciador de café y otras sustancias se había resistido a la medida. Pero esta vez ha abierto ya conversaciones con algunos de los viejillos interesados. A resultas, más de uno de los aitites se ve a partir de dentro de nada con los nietos sin comedor en el colegio, lo que, al parecer, activa de manera automática la versión de comedor con el abuelo. Durante años, varios de los babysitter de plata han intentado que en nuestro amado templo del cortado mañanero se pusiera algún tipo de menú para querubines en las comidas, pero con erótico resultado. Sin embargo, el barman parece estar cambiando de idea. En primer lugar, porque en realidad cada vez son menos los y las currelas que vienen a comer a diario al bar, y, claro, la caja lo nota. En segundo, porque el dueño del local todavía se pone a temblar cada vez que alguien le dice que las nuevas generaciones ya no beben y que los bares van a desaparecer a este paso. Así que quiere conformar una especie de cantera. Aunque sospechamos que lo que está haciéndole virar el rumbo es que el otro día uno de los abuelos se trajo al nieto pequeño a una de las cenas de los viernes y el enano de ocho años se metió entre pecho y espalda un aperitivo de torrezno, una ensalada de bacalao, chuletillas y goxua. Hubo lágrimas de emoción.