- Nadie se lo podía imaginar, pero el concierto que ofreció Louis Tomlinson hace un año en Razzmatazz, con las entradas agotadas y los fans durmiendo en la calle para poder apelotonarse en primera fila, fue el último de esta emblemática sala de Barcelona, que permanece cerrada desde entonces por la pandemia.

Tampoco los que acudieron al concierto de Prozak Soup en el Apolo sabían que las famosas sesiones Caníbal de esta sala se habían acabado por una larga temporada.

Lo mismo pasó en el Palau Sant Jordi y en todas las salas grandes y pequeñas de Cataluña, la mayoría de las cuales no han vuelto a abrir sus puertas, a pesar de que el pasado mes de noviembre se levantó la prohibición, porque con las limitaciones impuestas no les sale a cuenta levantar la persiana.

En este año de pandemia, 17 salas de toda España han tirado la toalla, cinco de ellas en Cataluña, mientras que gran parte de las demás asegura estar al borde de la quiebra, según la Asociación de Salas de Conciertos de Cataluña (ASACC).

Las que aguantan tiene sus esperanzas puestas en futuras medidas que no acaban de llegar, como la ampliación del aforo, el permiso para vender bebidas, el aumento de las ayudas públicas o un improbable rescate. Algunos llevan tiempo presionando fuerte para que se imponga un sistema que permita asistir a actos multitudinarios sin distancia entre los asistentes.

“Una buena solución serían los test de antígenos antes de entrar en la sala”, señala el responsable de Apolo, Alberto Guijarro.

Esta sala ya ensayó esta posibilidad el pasado mes de diciembre cuando, junto al hospital Germans Trias i Pujol, celebró un concierto para mil personas en el que no hubo ni un solo contagio.

“La idea sería poderse hacer un test rápido el mismo día del concierto, de manera que todos los que den negativo y los que estén vacunados dispongan de un certificado que les permita ir a eventos multitudinarios”, apunta el responsable de Razzmatazz, Lluís Torrents.

“Aun así, seguramente el aforo no sería el 100%, la gente tendría que ir con mascarilla y no podrían beber ni fumar en la pista, sino que tendría que ir a una zona habilitada para ello, pero se podría asistir a un concierto sin distancia social y consumir bebidas, lo cual permitiría ir retomando la actividad”, añade.

“Ya estamos casi sin aire -confiesa-, es necesario buscar maneras para reactivarnos e ingresar algo de dinero, aunque sea poco, porque las ayudas no dan para pagar todos los gastos fijos de una sala y cada día estamos más endeudados”.

“Ha costado, pero parece que las autoridades empiezan a verlo como nosotros”, agrega, en referencia al concierto piloto para 5.000 personas con el que se reabrirá el Palau Sant Jordi el próximo 27 de marzo.

El evento, que se celebrará sin distancia de seguridad, con mascarillas FFP2 facilitadas por la organización y test masivos previos, cuenta con el apoyo de las Consellerias de Salud y de Cultura de la Generalitat.

En paralelo, las salas siguen pidiendo que se incrementen las ayudas para pagar los gastos fijos y se prorroguen o condonen los créditos ICO porque saben que, de la misma manera que fueron las primeras en cerrar, probablemente serán las últimos en abrir sin limitaciones.

En todo caso, confían en que durante esta primavera se pongan las bases para poder reactivarse este verano y coger aire, de manera que la espada quede un poco más lejos de la pared y ganar tiempo al tiempo.

“Una buena solución serían los test de antígenos antes de entrar en la sala”

Responsable de Apolo