Bernardo Atxaga, seudónimo literario de Joseba Irazu Garmendia (Asteasu, 1951), ha cerrado ese año con su última novela Casas y tumbas el virtuoso círculo narrativo abierto hace más de tres décadas con Obabakoak. "Tengo la sensación de que hay algo ya cumplido y me da ya una gran tranquilidad para escribir", se sincera el autor vasco.

A sus 69 años, reconoce que se encuentra en la tercera vuelta de su vida y que se sigue entusiasmando con facilidad con sus nuevos proyectos. Considerado el máximo exponente de la narrativa vasca y traducido a más de 30 idiomas, Atxaga sigue explorando y recuperando otros territorios ya habitados por el autor vasco.

Presenta nuevo libro, 'Kilker bat autopistan', en esta edición de la Azoka de Durango tan atípica, marcada por la pandemia

-Es una edición atípica y excepcional ya que toda la información se está difundiendo por las redes. Pero creo que no afectará mucho al interés que hay por los libros y los discos; habrá que hacer un cómputo de las novedades que se van a vender, pero no solo teniendo en cuenta estos cinco días de azoka, sino de aquí a Reyes. En ese sentido, creo que no va a haber diferencia con otras ediciones. Todo apunta a que en el mundo del libro los descensos en venta han sido del 10 al 15%. Y con las novedades no va a pasar ni siquiera eso; todavía no tengo datos concretos, pero creo va a ser una edición tan buena como los años anteriores.

En esta época de cibercultura o cultura de internet, ¿el libro en papel tiene los días contados?

-Cuanto más tiempo pasa, más seguro estoy de que no va a desaparecer. Como dijo un hombre muy inteligente, Umberto Eco, hay objetos perfectos que no cambiarán jamás, como, por ejemplo, la cuchara o el libro del papel. Es un objeto perfecto, tiene todos los elementos necesarios para cumplir su función. He visto en los últimos años esa tendencia. Puede haber una situación excepcional, un momento concreto en el que tome más auge el libro electrónico pero el papel jamás irá por detrás. Y en Europa, menos.

Háblenos un poco de 'Kilker bat autopistan'. ¿Cómo surgió el proyecto?

-Durante tres temporadas, cada lunes llevaba mis folios al programa de Maite Artola por la mañana de Euskadi Irratia y leía un texto que siempre tenía que ver con algo que había ocurrido durante esa semana. Estaba como un caracol con la antenas levantadas, y de repente había algo que me llamaba la atención y en lugar de tratarlo de manera periodística, escribía pequeñas piezas literarias sobre ello, a veces más humorísticas, a veces menos, a veces más dramáticas... La velocidad es un problema en nuestra sociedad, pasamos de una noticia a otra. Cada día recibimos cientos de noticias, yo hago stop, paro y me pongo a pensar en algo concreto.

Ciento quince historias que dan para mucho, entre las que se encuentran algunas sobre la mujer.

-Durante una semana se habló mucho de la autonomía de la mujer y entonces recordé el nombre de la persona que puso a todas las mujeres a principios del siglo XX a fumar, una auténtica historia de manipulación. Edward Bernays, sobrino por partida doble de Freud, inventó una campaña que asoció fumar con la libertad de la mujer. Los llamó los cigarros antorchas de la libertad.

También hay otro texto sobre el rey emérito.

-Un cuento de un autor polaco hablaba de un globo con forma de elefante de tamaño natural que pusieron en un zoológico de Polonia. Ante el asombro de todos se pone a volar, cae y se desinfla. Alrededor del rey emérito se creó como un elefante falso que se hinchó pero que, al igual que el cuento, también se deshinchó, en este caso, por culpa de un elefante que mató en Botsuana.

Acaba de presentar también el libro infantil, 'Ata Pank eta ate Punky', con ilustraciones de Mikel Valverde.

-Si soy sincero, disfruto muchísimo con cuentos o poemas para niños porque siempre son cómicos. Confieso que yo mismo me río mientras los estoy escribiendo, y creo que los niños se reirán también. Ata Pank y Ate Punky son dos patos que siempre están pensando en hacer una maldad, pero en realidad nunca les sale todo bien. Va a ser una serie; a veces los personajes tiran de la historia. Ahora mismo tengo ya delante el borrador de los textos siguientes. Estoy feliz con ellos.

Con la publicación de 'Casas y tumbas' aseguraba que ya no escribiría más novela. Se le ve muy relajado, muy tranquilo, disfrutando de esta nueva etapa de su vida.

-Son ventajas de la edad. Me da vértigo decirlo, pero después de casi 50 años, no ya escribiendo, sino publicando, sinceramente tengo la sensación de haber hecho lo que quería, dedicarme a escribir. Tengo la sensación de que hay algo ya cumplido y me da ya una gran tranquilidad. No la tenía hasta que publiqué la última novela, Casas y tumbas. Algo, una voz interior, me exigía escribir una última novela; ya son suficientes. Después de haber hecho eso, sinceramente tengo una gran tranquilidad.

¿Un escritor jamás deja de hacerlo?

-Lo importante para un escritor es escribir. Yo lo hago todos los días, a veces una página a veces más. Ahora lo hago sin sentirme obligado a nada, con más libertad que antes. Ahora escribo cuentos infantiles y me siento libre de hacerlo y los haría de todas las maneras, aunque nadie me los pidiera. Me anima además que mis otros cuentos hayan ido tan bien por todo el mundo. Por ejemplo, una editorial japonesa que celebra un siglo va a hacer una antología de los 150 mejores cuentos en el mundo y ha metido uno de los míos, Shola. Para mí es muy importante.

¿Y qué proyectos tiene de ahora en adelante? Comentaba hace poco que no descartaba escribir un relato sobre los sucesos de Altsasu en 2016...

-Por lo que me observo, voy a hacer relatos de quizás 70 paginas, que es la distancia que me conviene, no voy a hacer ni cien metros ni una maratón, sino que voy a hacer 1.500 metros, que además es mi carrera y mi deporte preferido. Además, tengo textos que no están publicados o que están ahí perdidos que voy a recuperar, por ejemplo, he escrito sobre una mujer sorda y ciega que se llamaba Felisa. El más difícil de escribir es el de Alsasua porque me resulta angustioso.

A Bernardo Atxaga la sombra de 'Obabakoak', que ha sido traducido a 30 idiomas, siempre le ha perseguido. ¿Le molesta?

-Al principio, me resistía, me ha apenado a lo mejor que se hable poco de los poemas que escribo. Estoy muy convencido con ellos. Pero pasa al tiempo y uno acaba por aceptarlo, para mí es un libro extraordinariamente importante. Por ejemplo, que un libro que escribí hace más de 30 años y que se publicó en Italia y que ahora se haya vuelto a reeditar allí es una gran alegría. En cuanto a la satisfacción como en la insatisfacción, soy una persona bastante discreta, no me lanzo a las redes ni envío propaganda para comunicarlo, pero cuando lo veo no dejo de sentirme feliz.

Cuando se le concedió el Premio de las Letras 2019 también se estaba reconociendo su contribución a la proyección internacional del euskera. ¿Cómo valora la situación de la literatura euskaldun?

-Hay que tener dos cosas en mente, la primera es que nada minoritario tiene las cosas fáciles en el mundo, para no caer en una especie de optimismo tonto. Pero dicho esto, creo que la historia demuestra, y nuestra historia en concreto a partir de los años sesenta hasta nuestros días, que no ha sido fácil pero que se ha avanzado muchísimo. Y el que no acepte esto, es injusto en sus apreciaciones. Se ha hecho un trabajo muy importante; en estos índices que se publican de la importancia de las lenguas, en el que cuenta no solo el número de libros publicados sino también el de los traducidos, de los más de 3.000 idiomas que hay, el euskera ocupaba el puesto 56. Está muy bien para una población de tres millones de habitantes.

¿Qué queda del Atxaga de cuando creó su universo Obaba?

-Cuando un autor escribe, no tiene edad. Tu cuerpo y tu mente han podido cambiar, pero cuando escribes, no tienes edad. He tenido problemas serios, y vitalmente me afectan, por supuesto, pero a la hora de escribir, no. La persona que escribe no coincide con la persona física, mental, la de todos los días. Es como un ente fantasma, el que trabaja, el que escribe. Y en los cuentos creo que tengo ahora más humor que cuando los escribía hace 30 años con Juan Carlos Eguillor. El humor siempre hace falta, a veces es difícil porque la vida puede ser muy dura, pero casi siempre hay un resquicio para la distancia, para la risa... Hay que mantenerlo siempre.

"Después de 50 años, no solo escribiendo sino publicando, tengo la sensación de haber hecho lo que quería"

"Me divierto escribiendo cuentos, me río mientras los escribo y creo que los niños también se reirán"

"Por lo que me observo, voy a hacer relatos de 70 páginas, el más difícil el de Alsasua, me resulta angustioso"