- Seguir al detalle la pista del fotógrafo gasteiztarra Jon Gorospe siempre es complicado y no porque desde hace ya unos años tenga su residencia habitual en Oslo. La distancia física no importa en este caso. La dificultad viene marcada por una mirada siempre activa y productiva, por un incesante camino que, además, cada vez llama más la atención en distintos países.

De eso es buena muestra sus exposiciones individuales y colectivas en, por ejemplo, Alemania, Portugal e Italia o su estancia el año pasado en Nueva York tras ser distinguido con la beca Guggenheim. "Al final, da igual la selección o el premio que sea, nunca es un antes y un después aunque a veces pueda parecer así desde fuera. El trabajo artístico es mucho más maratoniano, es sumar, sumar, sumar, sumar€ y poco a poco", apunta el creador. Lo sabe bien. Incluso en este 2020 tan convulso, él no para.

Es verdad que en el plano profesional, la aparición del covid-19 le ha jugado un par de malas pasadas, que se traducen en no haber podido hacer este año una muestra en la mencionada ciudad norteamericana y no haber podido realizar, el pasado mes de abril, una residencia en Japón, que ha quedado también aplazada. "Pero a pesar de eso, no he parado por el coronavirus. Trabajo con propuestas a largo plazo y, además, siempre intento estar con las manos y la cabeza en varios sitios a la vez", describe, al tiempo que apunta que "en Noruega se han preocupado mucho por adaptar la cultura a un formato digital en estas circunstancias. Como yo trabajo mucho con vídeo-arte y producción de vídeo he estado colaborando con museos y galerías de allí y he estado muy activo para dar contenidos a estas instituciones". En el plano personal, eso sí, la pandemia no ha afectado a sus familiares y personas cercanas aquí, pero sí le ha impedido venir para despedirse de dos de sus abuelos.

Aún así, estas últimas semanas ha podido regresar a la capital alavesa, entre idas y venidas para acompañar a las tres exposiciones que en estos momentos tiene abiertas tanto en Madrid como en el País Vasco, sin perder de vista que el pasado octubre se inauguró en Noruega su primera instalación pública. Claro que la visita a Gasteiz también ha tenido su carga de trabajo con reuniones para ultimar la próxima edición de Viphoto.

En esta agenda maratoniana de cara al público, la primera mirada es hacia la sala Minerva del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Allí, en el marco de PhotoEspaña, se puede ver desde septiembre una parte de la creatividad de Gorospe junto a la de otras cuatro artistas seleccionadas por este certamen en el marco de Futures Photography 2020.

Esta plataforma está cofinanciada por el Programa Europa Creativa de la Unión Europea y cuenta en la actualidad con doce instituciones, entre las que se encuentran el British Journal of Photography (Reino Unido), CAMERA (Italia), Hyères Festival (Francia) y FOMU (Bélgica), entre otras.

El objetivo pasa por elegir a creadores que se piensa que están destacando o estableciendo lo que van ser las nuevas bases de la fotografía en el futuro para acompañarles en una cita que incluye reuniones con comisarios de las entidades participantes, charlas, presentaciones y demás actividades que, esta vez, han tenido que ser online en vez de llevarse a cabo en el marco del festival Unseen (Ámsterdam) como en otras ocasiones. Por ello, PhotoEspaña ha apostado en esta ocasión por hacer una muestra colectiva en Madrid con sus cinco nombres elegidos, entre los que está el vitoriano.?

Justo un mes después de la apertura de esta exposición, la atención de Gorospe volvió a Noruega. El 14 de octubre, en la localidad de Asker -situada a unos 30 kilómetros de Oslo- se inauguró The Many Skies, la primera instalación pública realizada por el fotógrafo. Ubicada en dos túneles peatonales, la intención del autor es darle luz "a un espacio oscuro en un país oscuro". Para ello ha creado una intervención con siete cajas de luz.

"Lo que hice fue descargar de Instagram y redes sociales cientos de imágenes de los usuarios que habían puesto la geolocalización en este espacio y fui cogiendo las porciones de cielo de esas fotos para crear una serie de mosaicos con casi 1.000 cielos. Quería devolver el cielo a un espacio que no te permite verlo y, además, que cuando cruces ese lugar ya no sea un punto negro, sino que estés caminándolo iluminado por el cielo retratado por tu comunidad".

Para poder llevar a cabo esta instalación, eso sí, Gorospe tuvo que pasar un proceso de selección puesto que en Noruega, todo este tipo de adjudicaciones de arte público están gestionadas por diferentes instituciones culturales, que son las que proponen nombres y proyectos a los ayuntamientos y otras administraciones.

Además, hay que tener en cuenta que allí, por las leyes de mecenazgo existentes, el 1,2% del presupuesto de cualquier obra pública tiene que destinarse a arte. "Me invitaron a una de las selecciones para un colegio e hice una propuesta que no fue elegida porque las dimensiones que proponía no encajaban bien en el espacio; pero les interesó la idea, así que esa misma entidad, un par de meses después, me propuso hacer esta intervención". Dicho y hecho. "Para mí ha sido un salto porque de repente he tenido esa responsabilidad de hacer algo que lo va a ver muchísima gente todos los días".

Pero ahí no ha quedado la cosa. Este noviembre ha traído otras dos novedades a la trayectoria de Gorospe. La primera abierta el pasado día 5 en la Casa de Cultura de Romo con el título de Noraezean. Esta muestra ha sido ideada y comisariada por Getxophoto y producida por Euskal Kultur Erakundea y el Ayuntamiento de Getxo. Estas entidades, como ha sucedido en ocasiones anteriores, le han encargado al vitoriano -teniendo en mente el proyecto Metrópolis que él mostró en 2019 en Montehermoso- realizar un trabajo sobre el paisaje de Euskal Herria.

"Esta vez no me he centrado en las imágenes que Google produce en sí, sino en las imágenes que usuarios privados suben a Google, esos rincones que las máquinas de Google no llegan a escanear aunque hay usuarios que lo hacen por ellas. Me he centrado en re-fotografiar esas vistas".

Buceando en ese "gran archivo" y fotografiando de manera directa la pantalla con la lente macro, "me interesó mucho centrarme en cuáles son los signos que quedan en el paisaje urbano que hace que esto tenga algo diferente a otro lugar. Al final, lo que ocurre con el diseño urbano y con la globalización es que todas las ciudades son más o menos iguales en sus partes nuevas. ¿Qué es lo que queda que hace que un lugar sea identificable? Esa arquitectura específica es lo que he buscado" a través de las huellas industriales, de la arquitectura más clásica de algunos pueblos, de espacios propios como frontones...

La segunda novedad de este mes se ha abierto esta misma semana en Bilbao, en la galería Aldama-Fabre. Hasta aquí, el gasteiztarra ha traído una producción anterior, De magnete, que ya se ha podido ver en Roma y Algeciras. La muestra reúne una serie de paisajes en blanco y negro entre los que se van intercalado varias fotografías en color en las que tan solo se ven intensos degradados. Degradados que desempeñan una función doble. Por un lado, son al conjunto lo que la leyenda es al mapa: las coordenadas que pautan su lectura. Por otro, suponen una suerte de respiradero informe, un más allá, un detrás.

"No he podido exponer en Nueva York ni hacer una residencia en Japón, pero no he parado por el covid"

Fotógrafo