u último desfile con Yves Saint Laurent fue en 2002, desde entonces poco se sabe de Claudia Schiffer, una modelo rubia, de 1,82 centímetros de altura, ojos azules, pómulos marcados y una sonrisa que conquistó las pasarelas en los 90 y abanderó la poderosa armada de top models junto a Naomi Campbell, Cindy Crawford, Christy Turlington, Helena Christensen y Carla Bruni. Hoy cumple 50 años y vive centrada en su faceta empresarial con una línea de cosméticos y colaboraciones con firmas pequeñas que le gustan, aunque también participa en proyectos de lujo como alguna sesión de fotos para Chanel.

En septiembre de 2017, esta alemana (Rheinberg, Renania del Norte-Westfalia) volvió a subirse a una pasarela para el homenaje a Versace dos décadas después de su asesinato, donde también participaron varias de sus míticas compañeras. Schiffer nunca se ha desvinculado de la moda, una industria que le ha dado todo y con la que ha ganado una gran fortuna. La revista Forbes la catalogó como una de las modelos más cotizadas, con más de 100 millones de dólares. Ahora vive la moda desde otro ángulo: a través del diseño. Ha creado una colección cápsula de prendas básicas, que reflejan "su estilo personal sin esfuerzo", como ha escrito en Instagram. En estos momentos está volcada en una exposición fotográfica sobre moda de los 90 que verá la luz a finales de año.

Tras un romance de seis años con el mago David Copperfield, se casó en 2002 con el productor cinematográfico Matthew Vaughn con quien tiene tres hijos y vive en una casa de campo en Oxfordshire (Inglaterra). Su historia empezó en Düsseldorf con 17 años mientras bailaba con un grupo de amigos. Michel Levaton, director de la agencia Metropolitan, se le acercó y le preguntó si quería ser modelo. Fue el germen de su carrera. Es consciente de que proyecta una imagen fría y distante, pero asegura que es debido a su extrema timidez, una forma de ser que la llevó a encerrarse en su mundo y a ser muy estricta con su trabajo. "Nunca tuve la necesidad de estar en el foco de atención", explicó a Elle. "Cuando empecé como modelo, no fui a la agencia y dije: Quiero ser modelo. Nunca lo vi como: Quiero ser famosa. Lo enfoqué más bien como: Quiero ser buena y llegar a lo más alto", relató. El éxito le llegó tras una campaña de ropa vaquera para la firma Guess en la que recordaba a Brigitte Bardot. Karl Lagerfeld se fijó en ella, buscaba reinventar Chanel y sustituyó a Inès de la Fressange, morena, por Claudia Schiffer, rubia, que se convirtió en la primera modelo de cabello dorado en la mítica casa francesa.

Durante sus años de más éxito se sentía como una estrella del rock. "No podía entrar en el coche a no ser que me abrieran paso. Había seguridad en cada desfile y hasta tenían que vigilar mi ropa interior porque a menudo me la robaban", desveló. Protagonista de un millar de portadas, cientos de horas en televisión y millones de fotografías, es una de las mujeres más retratadas y conocidas de las tres últimas décadas, tanto que Hermès le ofreció poner su nombre a un bolso como hizo con Grace de Mónaco y el famoso Kelly. Fue también embajadora de buena voluntad de Unicef y ha posado para fotógrafos míticos como Richard Avedon, Patrick Demarchelier, Arthur Elgort, Peter Lindbergh o Mario Testino. Quienes han trabajado con la top, la recuerdan como muy profesional, puntual y detallista. Se ha ocupado de cuidar su imagen, de preservar esa ingenuidad y sencillez que le han acompañado en su carrera. Sus apariciones en redes sociales son tan discretas como ella.