lA Unión Europea de Radiodifusión (UER) es uno de esos organismos fantasma que de vez en cuando asoman por ciudades vacacionales para celebrar encuentros con los directivos de las radios públicas del Viejo Continente, como ha ocurrido en los pasados días en Tenerife. Estos congresos de la UER dan vueltas continuas como mulos amarrados a la noria a cuestiones cómo la legitimación de la radio pública, la música y las emisoras de titularidad pública, el futuro digital y otras zarandajas que justifican los días de asueto de los jerifaltes reunidos. Y mientras esto ocurre en las Canarias, los directivos de RNE siguen lamiéndose las llagas producidas por el último estudio de audiencia que propina un duro varapalo a la programación convencional de la radio del pirulí madrileño. Eso sí, mucho rollo congresual, pero de cambios de lo que no funciona, nada de nada. Siguen empeñados en mantenella y no emendalla, y de tal guisa siguen presentándose cada día a sus oyentes los ínclitos Manolo H.H. y Yolanda Flores, causantes del desaguisado en la clientela oyente. Practican estos dos profesionales de la comunicación radiofónica un estilo caduco, formalista, acartonado, ñoño que ahuyenta a los oyentes por falta de frescura del discurso que desarrollan con clásica dicción pero sin empatía ninguna; él, con intervenciones, continuidades y latiguillos manidos y sin atractivo; ella, con un tono de señorita Pepis que convierte las entrevistas en un juego cursilón y sin modernidad alguna. Son dos conductores-estrella, sacados del vivero de la cadena pública, que aviada está si no tiene más recursos profesionales en su amplia nómina de locutores. Los dos necesitan un urgente paso por chapa y pintura, aunque me temo que ni así remontarán en la pelea por la audiencia. Mucho congreso y escasa eficacia es una de las lacras de lo público.
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