En la ciudad china de Jingdezhen lo que mejor saben hacer es cerámica, una larga tradición que permanece latente desde hace la friolera de 1.800 años. Las piezas han pasado de ser producidas para la corte imperial a ser exportadas a todo el mundo.

Aquí fueron hechas también las cien millones de pipas de tamaño natural que encargó el artista Ai Weiwei, que permanece detenido por las autoridades chinas. Las piezas forman parte de la última exposición en la galería Tate Modern, en Londres, y se podrán ver hasta el 2 de mayo. El artista está siendo investigado por "delitos económicos", pero se trata de un procedimiento "completamente absurdo", en palabras de la hermana mayor de Ai Weiwei, Gao Ge, mientras que para la madre del artista, Gao Ying, es una situación "ridícula". El artista lleva seis días detenido ilegalmente, por lo que sus familiares han pedido que informen sobre su situación, ya que no han recibido ninguna noticia sobre su paradero ni sobre un arresto formal, y han mandado una carta al Buró de Seguridad Pública de Pekín denunciando su desaparición.

Las pipas de girasol fueron individualmente esculpidas y pintadas por los especialistas que trabajan en los talleres de pequeña escala en Jingdezhen, "lejos de ser producidos industrialmente, son el esfuerzo de cientos de manos expertas", aseguran desde la Tate Modern. Las semillas fueron moldeadas y fundidas a 1.300 grados centígrados, para ser más tarde pintadas a mano y metidas por segunda vez en el horno, a 800 grados. Los artesanos contratados por Ai Weiwei trabajaron durante casi dos años.

Para diseñar esta obra el artista pequinés manipuló los métodos tradicionales de elaboración de la porcelana e invita a mirar más de cerca el fenómeno de los productos "Made in China".

Pero en Jingdezhen pueden seguir viéndose los dos procesos de fabricación: las técnicas de decoración antiguas y los hornos de leña en el Museo de Cerámica y los hornos eléctricos y de gas utilizados en las fábricas con los últimos avances. En la tienda Ciyixuan se venden piezas de porcelana que imitan a las antiguas, utilizadas en varias dinastías. En ella trabaja Ai Lian, que es oriundo de Jingdezhen. Lo hace desde hace casi 20 años, como la mayoría de la población de la ciudad, que se dedica a crear y vender cerámica. "Mi fábrica produce diferentes tipos de cerámica y los distribuidores son los responsables de vender a varios mercados, incluido China y otros países como Estados Unidos, Italia, Holanda y España", explica Ai. Millones de piezas son exportadas al año y Ai asegura que "las ventas están creciendo poco a poco en los últimos años".

Otro de los vendedores de Jingdezhen, situado en la misma calle, es Wang Gangxiang, dueño de la tienda Xiao Yi Tang, una empresa familiar que se dedica a hacer obras de porcelana y mosaicos de paja. Wang lleva al frente de este establecimiento tres años y produce una media de casi cuatro millones de piezas de cerámica al año, que vende principalmente en países asiáticos, como Vietnam, Singapur y Tailandia.

Este joven asegura que la crisis económica ha tenido poco efecto en su negocio y que sus clientes han seguido "comprando a buen ritmo".

Uno de los pocos que no ha nacido en Jingdezhen es Fang Wenxi, que llegó a la ciudad hace tres años y montó su empresa de venta al por mayor para las tiendas de las grandes ciudades chinas y para mercados como Malasia y Tailandia. Fang explica que tiene un volumen de venta de tres millones de piezas al año, pero espera en el actual aumentar la cifra a cinco millones, gracias a nuevas formas y motivos.

En las calles principales de Jingdezhen pueden verse numerosas tiendas con jarrones, vasijas, fuentes y cuencos de todos los tamaños, formas y colores. Hasta un conejo gigante hecho de 30.000 platos de porcelana que conmemoran el año según el calendario lunar chino.

También se puede visitar el Museo de Historia de la Cerámica, donde explican en directo los antiguos métodos de trabajo.