Mi tío Jako me habló una vez, tras un funeral, de la importancia de dejar un buen recuerdo al morir. Años más tarde, cuando murió, en su funeral, pensé que había cumplido su objetivo con creces. Fue un buen hombre que hizo siempre el bien y que ayudó a mucha gente. Ahora que termina el año y llega el momento de pensar en los deseos para el siguiente, se me ha ocurrido que dejar huella en los y las demás es quizá uno de los deseos más nobles que podemos tener. Pero no me refiero a la necesidad de dejar huella por vanidad, ni a que te recuerden poniéndote una calle o una escultura. Me refiero a dejar huella como consecuencia de haber actuado con generosidad y prestando atención a las personas con las que coincidimos en la vida. A veces pensamos que para que te recuerden tienes que hacer algo extraordinario o hablar más alto que nadie, pero creo que hay otra forma que pasa más desapercibida de dejar huella en alguien y es prestándole atención de verdad. Decía Simone Weil que la atención es la forma más rara y pura de generosidad. Decía también que escuchar a alguien es ponerse en su lugar mientras habla. Pienso ahora en las personas que han dejado huella en mí y me doy cuenta de que son personas que han compartido lo que son conmigo, enriqueciéndome, y dejándome en cada encuentro un regalo, que a veces ha sido simplemente el de interesarse realmente por mí. Personas que han estado cuando las he necesitado y que me han ofrecido una “intensa, pura, desinteresada, gratuita, generosa” atención, como la describía Simone Weil. De cara al próximo año, pues, deseo dejar huella en quienes me rodean porque he sido capaz de prestarles atención y de hacerles sentir que para mí cada uno y cada una es un ser humano único e irrepetible. A ver si soy capaz. Urte berri on denoi.
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