Una delegación de marcianos ha venido de visita a la tierra. Han visto cómo en una ciudad importante, un concejal elegido que esperaba haber sido edil a raíz de las recientes elecciones municipales va y dice que les zurzan a quienes no optaron por él como alcalde. Ello tras decir –con elegancia– que en democracia también hay que saber perder.
Ven además cómo, en otro pueblo, un partido pone en sus redes sociales que pone como condición –para tocar poder– adoptar una política de igualdad que estipula claramente “que se elimine aquellos aspectos que supongan igualdad entre las personas” en la ordenanza correspondiente. Ello en un planeta en el que un pequeño gigante –de la misma cuerda– decía que no pasaba nada por llevarse documentos secretos, que los iba a devolver cuando hubiera tenido tiempo de sacar sus camisetas –¿y unos gayumbos?– que tenía mezclados en las cajas que tenía en el baño, entre el váter y el bidé.
Otro gigante –mucho más pequeñito y patético– cortado por el mismo patrón, fue calificado como un descarado mentiroso en su propio parlamento, incluso por los suyos. Saltarte las normas con descaro y además decir que no fuiste tú con pruebas que cantan es lo que tiene. Pero sostener que volverás como el ave fénix puede resultar hasta verosímil en este planeta enloquecido.
El ámbito de la información deportiva les pareció igualmente desquiciado a estos marcianos. Unos ladrones dejan sin bicicletas a todo un equipo ciclista, y en consecuencia el equipo no pudo tomar la salida en última etapa de una competición importante en otro país. Y la gente va y considera “épica” la forma en que un equipo de fútbol, que gana por los pelos un partido con un penalti, sube a primera división, cuando el adjetivo “épico”, en lenguaje terrícola, habría descrito más bien una victoria de diez goles a cero. Y lo deportivo moviliza más que lo político.
Los visitantes se preguntaban si los marcianos eran ellos, o si los raros no eran, más bien, los terrícolas.
@Krakenberger