Tras la sucesión de diversas crisis acumuladas, junto a la pandemia del covid-19 (que, según prestigiosos economistas como Taylor, Forward Thinking, en su análisis de la historia para pronosticar futuribles, nos acompañará durante los próximos 40 años), conflictos mundiales y recomposición geoeconómica, parecería que, más allá de señales coyunturales de cambio, entramos de lleno en un profundo trastoque o amanecer de paradigmas novedosos. Como en distintos momentos, las dinámicas sociales, políticas y económicas, movilizan focos de interés, centros de debate, consensos o disensos generando o siguiendo políticas que, por lo general, terminan implantándose de manera homogénea, en un discurso conductor determinante de períodos conformadores de una manera de actuar. Desgraciadamente, muchas veces, se limitan a recetas simplificadoras o mensajes de comunicación, renombrando factores esenciales de transformación real, obviando la verdadera complejidad y extensión de la fortaleza de sus conceptos e ideas y, en gran medida, de la dificultad e importancia de su ejecución.

Así, en los últimos años asistimos a un positivo renacimiento industrial a la luz de la experiencia y resultados observables resituando su rol vital en términos de generación de riqueza y prosperidad, anclaje inversor en los países o regiones en que se desarrolla, flujos sólidos de capital, investigación, desarrollo tecnológico, innovación, empleo formal y certeza largo placista, y una amplia corriente mundial por exigir a todo tipo de gobiernos y organismos internacionales repensar el diseño de estrategias y políticas industriales. Inserta esta relevante guía conductora en nuevas dinámicas socioeconómicas que parecerían llevarnos a un escenario superador de políticas, actitudes o resultados no satisfactorios, insuficientes, erróneas o exitosas, según el caso, con distribución desigual o generadores de resultados perversos alejados de objetivos tenidos, mayoritariamente, por adecuados y alcanzables en el siempre inacabable y complejo camino hacia la prosperidad.

Para los amantes de la estrategia (la real, la de verdad, la que transforma sueños, visiones, propósitos, en modelos de negocio diferenciados, generando impacto en la sociedad), cuando cambian las reglas del juego (mientras mayor sea su radicalidad mejor) surgen las verdaderas oportunidades de transformación positiva. Es el momento de nuevas actitudes (muchas veces ocultas) orientadas hacia nuevos caminos y horizontes. Siempre, en todo momento, acompaña la incertidumbre, la competencia (ideas, talento, conocimiento, fortalezas y debilidades) y la clara y distinta interacción con tu hinterland, con su capital social, su grado de institucionalización, su contexto político-administrativo y tu propia organización alineada o no con tus ideas, valores, propósitos.

Estos días, un triple input en diferentes diálogos o proyectos profesionales, ha dado vueltas en torno a estas reflexiones. Por un lado, la permanente pregunta-queja que parece estar en la cabeza y boca de muchos: “Vivimos un tiempo y mundo incierto y complejo como nunca; otras generaciones lo tuvieron más fácil”. ¿En verdad esto es así? Sugiero identificar uno a uno los elementos críticos y comprobarlos con décadas anteriores. Si recurría a la mención a Taylor al principio de este artículo y a la relevante escuela de pensamiento económico que se remonta a décadas o siglos pasados para pronosticar escenarios empíricos para el futuro, podríamos limitarnos a repasar el mundo que vivimos hoy resaltando sus hechos turbadores con lo que vivimos en el mundo de ayer, hace tan solo 40 años en los 80. Condicionados hoy por una guerra injusta en el corazón de Europa (Invasión de Ucrania) y otra también en otra parte de ese corazón europeo, en las entonces conocidas como Guerras Yugoslavas (Yugoslavia, Eslovenia, Croacia, Serbia, Macedonia, Balcanes); Hoy Rusia en el punto de mira de desacople general y su empeño en reconstruir un viejo espacio y entonces la desaparición de la URSS, la creación de la Comunidad de Estados independientes y la independencia progresiva de las Repúblicas Bálticas y la propia Ucrania, así como el desplazamiento hacia la Unión Europea de la otrora aislada Europa del Este; la crisis gasista de hoy vs. la crisis energética mundial de los 70. Hoy agobiados, con razón, por el profundo y desconocido cambio en el empleo del mañana, empleabilidad-concepto de trabajo y cualificación innovadora por reconfigurar, ante un desempleo galopante y destructor de proyectos de vida de entonces (en Euskadi 26% con zonas en torno al 40%), agravado por la gran dimisión e inconformismo en las condiciones de trabajo y entonces a la escasez y falta de empleo, limitadísimas perspectivas, movilidad restringida, inadecuación formación-oportunidades de trabajo. Hoy, integrados en la Unión Europea y en determinados paraguas de relativa seguridad, mientras entonces vivíamos en una autarquía post dictatorial franquista con las puertas cerradas a una Comunidad Europea que representaba el espacio de libertad, democracia y bienestar al que aspirábamos y en cuya periferia marginal nos situábamos. Hoy asistimos a un panorama político desmotivador y generador de amplias capas de desafección bajo extremos no comunicables y ayer, (cuando escribo este artículo recuerdo precisamente el 23-F, uno más de los golpes de Estado padecidos entonces) mezclados entre la ruptura-reforma, esperanza ilusionada por un futuro distinto y una parálisis de comunicación y renovación político-social. Hoy vivimos atentos al movimiento estratégico chino, cuando entonces asistíamos a la explosión del crecimiento en los desconocidos tigres asiáticos, y, efectivamente, hoy en el incipiente esfuerzo de recuperación post covid en contraste con otra ola sociosanitaria padecida entonces, con la invasión del sida y la heroína que destrozo tantas vidas en nuestro entorno.

Un mundo de ayer y un mundo de hoy para construir un futuro mejor. Una sociedad preparada para afrontar el desafío y lograr superar las dificultades que conlleva.

Ante incertidumbre y complejidad, un segundo input muy significativo es la reciente publicación The Ecosystem Economy. How to lead in the new age of sectors without borders (La Economía de los Eco Sistemas. Cómo liderar en la nueva era de los sectores e industrias tradicionales sin fronteras) de Venkat Atluri y Miklós Dietz. ¿Estamos ante una nueva economía o ante la vieja economía en base a renovados paradigmas conocidos con otras palabras? Es tiempo de ecosistemas, ruptura de sectores tradicionales, coaliciones multiindustria, interacción de jugadores diversos, generando espacios y plataformas con multiobjetivos compartibles, dotados de nuevos instrumentos y cogobernanza ad hoc, innovadores sistemas de gestión y nuevos roles de todos los jugadores configurando una organización extendida a lo largo de cadenas de valor. Salir de tu propio espacio, apostar por el riesgo compartido y enriquecer los objetivos (y contribución) de cada uno en el ya tantas veces comentado proceso de cocreación de valor para tu empresa, tu gobierno, país y sociedad. Tiempos de coaliciones, partenariados, alianzas. Nuevos liderazgos, nuevos compañeros de viaje, nuevas culturas y cogobernanza.

Y ambos inputs como base conceptual de un tercero que representa, sin duda, las nuevas orientaciones (o viejas reglas incumplidas) de la internacionalización. El llamado resharing, “la vuelta a casa a fabricar” que contrasta según quien lo propusiera ante un temeroso proteccionismo de aislamiento antiglobal, y que hoy se contempla como la mejor de las soluciones para una expansión e implantación en el exterior. Huir del pseudo bajo coste asociado al coste de mano de obra, las más de las veces ignorando compromisos sociales y atención interna en la empresa y a las comunidades en las que se opera, con escaso plan de carrera, reconocimiento y crecimiento para el “personal local”, cuando no, con comportamientos prepotentes ante tus interlocutores, sus instituciones, comunidades, culturas o niveles de desarrollo o necesidades regionales o de país, han configurado las llamadas “paradojas de la internacionalización”. Su efecto virtuoso de intercambio, de generación de valor, de enriquecimiento mutuo, de oferta de soluciones (productos, servicios, management, conocimiento, relacionamiento exterior…) se han vuelto, en muchos casos, elementos contrarios al resultado y valor esperados. En este momento, una detenida observación analítica, con empatía, permite vislumbrar grandes oportunidades en las economías regionales que, a lo largo del mundo, se abren a nuevos espacios de producción y servicios, a nuevos modelos glokales de cooperación y desarrollo, a múltiples iniciativas, alianzas y soluciones.

Estrategia en tiempos de incertidumbre y complejidad, construyendo ecosistemas, clusterizando la economía, redefiniendo nuevos roles a jugar en cada caso, reinventando la internacionalización. Un buen momento. ¿Cambiando las reglas del juego?

Conscientes de la incertidumbre, turbulencias extremas y complejidad que nos acompaña pero que, en ningún caso, ha de paralizarnos o llevarnos al desánimo y la desafección destructiva. Sin duda, el tiempo de ayer no es igual al de hoy como no lo será el de mañana. Lo que sí tenemos es la oportunidad de construir ese mañana. Tenemos los mimbres adecuados, vivimos, también, tiempos y movimientos de gran interés para participar, de manera apasionada, en las nuevas dinámicas sociales, económicas y políticas que nos permitan asumir y entender las señales de cambio en el horizonte, interpretarlas como nuevos paradigmas transformadores y comprometernos en su adecuación al servicio de las cambiantes demandas sociales.