Circula por redes un vídeo del programa de citas First Dates, ese gran escaparate sociológico, en el que el encuentro entre un hombre y una mujer se convierte en un perfecto tutorial de lo que significa el mansplaining. Él, que confiesa con orgullo que viene “del mundo del fitness”, intenta dar lecciones sobre el cuerpo humano a una chica que ha estudiado Medicina y trabaja en un hospital. Muchas mujeres hemos sentido una punzada al escuchar el tono de superioridad con el que él se dirige a ella, la manera en que pone a prueba sus conocimientos y la forma en la que, cuando ella responde, le contesta “muy bien”, como un profesor, como un padre, como si el verdadero experto en la materia fuera él, militante de gimnasio, y no quien ha estudiado horas para sacarse una carrera. Y nos ha hecho daño porque casi todas hemos vivido situaciones similares, quizá no tan de manual, pero con una carga intencional muy similar: un hombre queriendo demostrarnos que él siempre sabe más. Como bien explica en su conocido libro Rebecca Solnit, todas hemos vivido ese momento en el que Los hombres me explican cosas. A mí, por ejemplo, me ha ocurrido algo similar a algo que cuenta Solnit en el libro: Un hombre ha llegado a rebatir mis explicaciones sobre mi propio libro. No solo me daba su opinión, que podía aceptar, sino que negaba mis explicaciones sobre el libro. Intentó convencerme de que estaba confundida, no había entendido muy bien lo que yo misma quería decir en mi libro. Menos mal que apareció él, por fin, para explicármelo. Todo con un tono amablemente paternalista. Con una media sonrisa insoportable. Nos pincha escuchar al tipo del gimnasio porque, la mayoría de las mujeres hemos vivido ese momento en el que un hombre nos quiere dar lecciones sobre algo que sabemos que conocemos mejor que él. No es casualidad, creo, que el chico confiese en un momento a cámara que ella no es su tipo, entre otras cosas, porque es alta, más alta que él. Y es que, al final, todo es una cuestión de altura, de necesitar verse siempre arriba.
