Antes de los 6 años, cero pantallas. Esa es la firme recomendación que podemos extraer de los estudios realizados sobre la relación de menores con la tecnología por parte de organismos como la Asociación Española de Pediatría (AEP) o Unicef. “Aunque el uso de dispositivos electrónicos, como móviles, tabletas, consolas u ordenadores se ha generalizado a toda la sociedad, es necesario revisar cómo se utilizan por parte de niños y adolescentes, ya que son dos grupos de población muy vulnerables, por encontrarse en etapas vitales de su desarrollo”, apuntan también desde Cinfa, en palabras del doctor Julio Maset.
No se trata de un asunto menor, ya que entre las consecuencias del uso y la exposición de los más pequeños a la tecnología se encuentran el aumento del sedentarismo, problemas de visión y trastornos relacionados con el sueño, ya que el manejo de las pantallas los lleva a acostarse más tarde y conlleva una mayor dificultad para llegar a un sueño profundo. Esto, a su vez, les provoca somnolencia durante el día, lo que puede derivar en una menor concentración en el colegio y, a largo plazo, incluso en estados de ánimo depresivos o alteraciones en la conducta y en el desarrollo cerebral.
Por ello, “hasta los 6 años, es recomendable mantener a niños y niñas alejados de la tecnología, ya que no existe un tiempo de uso seguro”, insiste el experto de Cinfa. Unicef va más allá y señala que el uso de tecnología hasta esa edad no aporta nada al desarrollo del menor. Entre los 7 y los 12 años, la AEP aconseja limitar el uso de pantallas a menos de una hora al día, que debe incluir el tiempo de deberes escolares y estudio; utilizar la tecnología con la supervisión de una persona adulta; y hacerlo desde dispositivos fijos y en lugares que no sean el baño ni el dormitorio.
Es importante establecer rutinas y límites para niños y adolescentes, pero también hacer lo propio como progenitores
En adolescentes, dos horas diarias como máximo
Entre adolescentes (la población de 13 a 16 años), el uso responsable de dispositivos tecnológicos es también clave, ya que una mala utilización puede aumentar la activación de la región límbica del cerebro, que provoca una necesidad de gratificación inmediata y genera, por tanto, una tendencia a su uso en exceso.
Además, la utilización de pantallas provoca una hiperestimulación, y disminuye la capacidad de concentración y focalización en una tarea, ya que con estos dispositivos se abordan múltiples tareas a la vez, y todo ello conlleva un mayor riesgo de malos resultados cognitivos, problemas para filtrar distracciones, aumento de la impulsividad y disminución de la memoria de trabajo.
Como consecuencia, en caso de este colectivo adolescente, se recomienda limitar a dos horas diarias la utilización de dispositivos electrónicos, incluyendo el tiempo de deberes y estudio.
Para el doctor Maset, en toda esta cuestión resulta clave, como medida general, “establecer rutinas y límites en el hogar y, como padres y madres, predicar con el ejemplo, incentivando un uso saludable y razonable de estos dispositivos. Los últimos estudios científicos señalan una relación entre el uso que hacen los padres y madres de la tecnología y el que realizan sus hijas e hijos, en especial, en momentos clave como la hora de comer o de dormir”. Así, la implicación de toda la familia resulta esencial para proteger a los menores.
Horarios, control parental y dar ejemplo
1. Cero pantallas para los menores de 6 años.
Está científicamente demostrado que el contacto con la tecnología antes de esta edad no reporta ningún tipo de beneficio.
2. Limita el uso de pantallas y dispositivos tecnológicos.
En niños y niñas de entre 7 y 12 años, restringe su utilización a una hora al día, incluyendo el tiempo de estudio y deberes escolares. En el caso de adolescentes de entre 13 y 16 años, el límite saludable máximo se establece en dos horas diarias.
3. Activa el control parental.
La mayor parte de dispositivos tecnológicos permiten establecer sistemas de control parental para limitar su uso, así como el acceso a las aplicaciones utilizadas o webs consultadas.
4. Sin pantallas en el dormitorio.
El uso de dispositivos tecnológicos antes de dormir distorsiona el sueño, especialmente en los más pequeños. Por eso, es esencial dejar los aparatos electrónicos, incluidos los dispositivos de los progenitores, en zonas comunes.
5. Pacta horarios y límites.
Establecer restricciones puede conllevar conflictos familiares. Por eso, es esencial que se acuerden horarios de uso de dispositivos tecnológicos y límites a su utilización en cuanto a contenidos, espacios en los que se pueden usar utilizar, supervisión, etc.
6. Predica con el ejemplo.
Es importante señalar los límites, pero también dar ejemplo como personas adultas. Por ello, evita o disminuye el uso de dispositivos tecnológicos delante de menores y contrarresta el sedentarismo al que estos inducen con otro tipo de rutinas y deporte, participando también en ello.
7. Retrasa la llegada del primer teléfono inteligente.
Los smartphones son cada vez más frecuentes entre menores y posibilitan la conexión a Internet y el acceso a contenidos ilimitados desde cualquier lugar, con los riesgos que esto conlleva. Frente a ellos, es preferible que, si necesitamos que nuestros hijos o hijas recurran a dispositivos de contacto como relojes o móviles, prioricemos opciones sin conexión a la red.