Aunque lleve ya nueve años en el Baskonia, Sander Raieste no suele prodigarse en los medios de comunicación. Por ello, nunca está de más aprovechar la ocasión para conocer un poco mejor a uno de los tres canteranos con los que cuenta Pablo Laso en su plantilla.
¿Por qué viste el número dos?
Por ninguna razón en particular. Me acuerdo que lo cogí para mi segunda pretemporada aquí y Kurucs el 47 y luego no nos dejaron cambiarlo en el equipo de LEB Plata, así que ya me quedé con él.
¿Por qué empezó a jugar a baloncesto? Cuando era niño no sería muy popular en Estonia...
No, la verdad. Yo empecé porque el primer entrenador que tuve iba por los colegios repartiendo folletos para que los niños nos animáramos a jugar y yo fui a entrenar con varios de mi clase y me gustó. Ahora hay más afición porque la selección lo está haciendo bien, hemos entrado otra vez en el Eurobasket.
¿Suele hablar con Maik Kotsar?
Sí, hablo mucho con él. Él está feliz ahora en Japón, su familia está contenta allí y él está jugando bien. Es una persona muy tranquila y se adapta a todo. Además, sus entrenadores son finlandeses, uno de ellos estuvo en la selección de Estonia, así que está bien cuidado.
¿Qué le gusta hacer cuando no juega a baloncesto?
Lo que más hago es jugar a la consola porque así coincido con mis amigos de Estonia. Ahora que está haciendo buen tiempo intento aprovecharlo para salir a pasear. También quiero empezar a ir al campo de golf más a menudo, el pasado verano me saqué la licencia y tengo amigos que juegan. Por lo demás, me gusta estar tranquilo, leer... Durante la temporada viajamos mucho y en mi tiempo libre intento desconectar.
¿A qué se habría dedicado si no hubiera sido jugador?
Me lo preguntan mucho y nunca sé responder, mi vida seguramente sería completamente diferente. Tomé pronto la decisión de ser jugador profesional, aún no había terminado el colegio cuando vine a Vitoria, así que nunca he tenido que pensar sobre ello. Ahora sí que estoy pensando un poco qué hacer después del baloncesto, pero es difícil. Igual entrenar a jóvenes... Nunca se sabe.
¿Cómo fue su adaptación a Vitoria siendo tan joven? ¿Le costó?
En lo cultural no, no es muy diferente a Estonia, siguen en Europa al final. Lo que más me costó fue el idioma. Vine aquí hablando sólo inglés y en Vitoria no hay mucha gente que hable inglés, por lo que tuve dificultades. Por suerte, tuve buenos compañeros como Arturs Kurucs y Jurij Macura que me ayudaron con todo y mi familia venía a visitarme dos o tres veces al año. Además, está lejos de Estonia, pero tampoco muy lejos, son dos vuelos. De todas formas, no me he sentido nunca solo en Vitoria.
¿Qué es lo que más le gusta de la vida aquí?
Por encima de todo, la comida. En Vitoria se come muy bien. Siempre que vienen familiares o amigos a visitarme hacemos un tour gastronómico. A la gente de Estonia le encanta la comida de aquí.
¿A dónde les lleva?
Bueno, es que hay cantidad de sitios muy buenos aquí, cuantos más días se quedan, más cosas diferentes probamos. Hay mucha variedad de comida y también pintxos de todo tipo, tortillas, marisco... Todo tiene mucha calidad y los invitados lo disfrutan.
¿Y si tuviera que decir algo negativo de la ciudad?
El tiempo. En Estonia hace frío y yo estoy acostumbrado, pero en Vitoria lo que me molesta es que no hace suficiente frío como para que nieve y está todo el rato lloviendo, por lo que no puedes hacer cosas en la calle. Por lo demás, no tengo ninguna pega.