La afición es uno de los activos más importantes que tiene el Baskonia y este martes lo volvió a demostrar en el entrenamiento a puertas abiertas organizado por el club gasteiztarra en el Fernando Buesa Arena. Alrededor de 1.200 seguidores, con una amplia presencia de niños consecuencia del martes de Carnaval, llenaron la tribuna para presenciar la sesión de trabajo dirigida por Pablo Laso y poder después conocer de cerca a sus ídolos.  

El cuadro azulgrana saltó a la cancha a las 11.30 horas y se ejercitó en privado hasta que media hora después se abrieron las puertas de la Torre 4 para que quien quisiera pudiera presenciar en vivo los últimos 30 minutos del entrenamiento. Eso sí, antes de que llegaran las 12.00 horas una larga cola que llegaba hasta la Torre 12 esperaba ya su turno para poder entrar en el pabellón.

Llegó el ansiado momento y los seguidores, principalmente familias con sus hijos, fueron ocupando los asientos del primer anillo del pabellón mientras los doce jugadores disponibles del primer equipo del Baskonia alternaban posesiones de tres contra tres. Kamar Baldwin, aún recuperándose de su lesión en el pie derecho, fue el principal ausente de una sesión en la que las sonrisas de los jóvenes aficionados pronto contagiaron a los protagonistas.

Donta Hall fue el encargado de arrancar los primeros aplausos del público al machacar el aro en un estético alley oop a pase de Luwawu-Cabarrot. Poco a poco, los presentes se fueron animando y celebrando con mayor efusividad las canastas de los jugadores.

A las 12.10 horas, mientras entraban los últimos aficionados, Pablo Laso cambió de ejercicio y comenzó una práctica de lanzamiento con dos grupos de seis, uno en cada lado de la cancha, alternándose en el rebote y el lanzamiento. A ello le siguió un ejercicio en el que cada jugador lanzó cinco triples desde cinco posiciones diferentes –excepto Hall y Diop, que lanzaron desde cinco metros en los mismos ángulos– y, por último y para deleite de los niños, realizaron varias rondas de tiro desde el centro de la cancha

Los “¡uy!” se sucedieron desde la tribuna según los tiradores se iban acercando a su objetivo y, tras varios intentos, fue Raieste el primer encargado de llevar el júbilo a la grada al anotar su lanzamiento desde el logo. Le siguió Howard y también consiguieron acertar Samanic y Rogkavopoulos, momento en el que, a las 12.35 horas, Pablo Laso dio por terminado el entrenamiento

Cercanía con la plantilla

Fue entonces cuando los jugadores se acercaron a la grada y los aficionados fueron poco a poco arremolinándose a su alrededor. Lo que primero fue una ordenada cola para recoger fotografías firmadas por sus ídolos, derivó pronto en una batalla por sacarse una instantánea con su jugador favorito o conseguir un autógrafo en una camiseta, balón o cuaderno.

Con mucha paciencia y cercanía, los jugadores atendieron a quienes se acercaron a fotografiarse con ellos –algunos jóvenes y otros no tanto– durante más de media hora en la que hubo tiempo para que los presentes consiguieran su objetivo y conocieran de cerca a sus referentes.

Markus Howard, uno de los más aclamados, fue perseguido por toda la cancha y terminó optando por improvisar una mesa de firma de autógrafos para poder tomar asiento y atender una por una a todas las peticiones de fotografía o de firma de autógrafos mientras los responsables de prensa ejercían como traductores. El escolta norteamericano alegró la semana a cuatro niños a los que regaló dos pares de zapatillas, se llevó algún regalo en forma de pancarta e incluso se tomó una foto sosteniendo a un bebé.

Difícil imaginar una mejor manera de inyectar baskonismo en vena a las nuevas generaciones de seguidores azulgranas, aunque seguro que el encuentro también resultó reconfortante para la plantilla. A pesar de que los resultados de la última semana con las derrotas ante el Partizan y el Andorra, la afición sigue con el equipo y su aliento debe servir como motivación para regresar a la senda de la victoria, más aún ahora que llegan dos compromisos en el Fernando Buesa Arena.