La soledad de Codi Miller-McIntyre fue durante la pasada temporada un asunto recurrente al hablar de la dirección de juego del Baskonia. El ahora base del Estrella Roja careció de lugartenientes de garantías ante las pobres prestaciones ofrecidas por Chris Chiozza y Jordan Theodore, de ahí que dar más empaque y consistencia a la demarcación más importante hoy en día en el baloncesto se convirtiese en una prioridad en las oficinas del Buesa Arena durante el pasado mercado estival.

Por fortuna, el panorama ha cambiado de forma sustancial esta campaña para tranquilidad de Pablo Laso. A la espera del ansiado pasaporte para Kamar Baldwin que evite desde finales de noviembre la necesidad de realizar el descarte de un extracomunitario en la ACB, el Baskonia puede respirar ya algo más aliviado al saber que ha acertado con la elección de las piezas que llevan la manija del equipo.

Mientras Jaramaz permanece en un segundo plano recibiendo más oportunidades por razones obvias en el frente doméstico, la lucha sin cuartel entre Forrest y el anteriormente citado Baldwin por erigirse en el base de extrema confianza de Laso solo está reportando indudables beneficios al engranaje colectivo. 

Dos directores que, tras el pertinente periodo para la adaptación, están respondiendo a las expectativas depositadas por el club en ellos y favoreciendo el paulatino crecimiento de un Baskonia con argumentos suficientes ya para competir contra cualquiera pese a su reducido fondo de armario. 

Baldwin pareció tomar la delantera como el base titular en la pretemporada, pero no es menos cierto que desde su redentora visita al Palau Blaugrana Forrest ha presentado sus credenciales para llevar la manija azulgrana en los momentos de extrema dificultad.

La magistral forma en que el de Alabama se echó el equipo a su espalda dentro del último cuarto ante el Armani, siendo capaz de anotar 12 puntos consecutivos, deja entrever la confianza actual de un base que estuvo bajo sospecha durante sus primeros pasos en Vitoria.

Puesto en entredicho debido al ritmo de bajas revoluciones que imprimía al Baskonia o la poca fiabilidad de su muñeca desde la larga distancia, Forrest está consiguiendo poco a poco disipar las dudas existentes sobre su figura. 

Queda claro que el estadounidense no solo destaca por su altruismo a la hora de hacer mejores a sus compañeros, sino que también tiene pólvora en sus manos para resolver casi por sí solo un partido que se pone cuesta arriba. Y eso son palabras mayores en una plantilla que cuenta con el anotador más compulsivo a este lado del Atlántico como Markus Howard.

Kamar Baldwin lanza a canasta durante el partido ante el Armani Milán Alex Larretxi

Si Forrest se siente cada vez más cómodo e integrado en el ecosistema azulgrana, Baldwin también continúa dejando buenas sensaciones. Quizás todavía no haya dejado alguna actuación para el recuerdo como la de su compatriota en la Ciudad Condal o este martes ante el Armani, pero demuestra a diario ser un base con hechuras sólidas y el oficio suficiente para saber tomar la decisión correcta en cada instante. Frente a los italianos, el de Georgia repartió siete asistencias en 15 minutos y volvió a evidenciar su notable capacidad finalizadora con la mano derecha cuando penetra a canasta.

El Baskonia siente alivio al saber que ambos americanos han dado más estabilidad y solidez a una posición crítica durante el pasado ejercicio

Por detrás de ambos norteamericanos, Laso dispone de la alternativa de Jaramaz. El serbio constituye el eslabón más débil de la dirección baskonista y prueba de ello es que en la Euroliga tan solo ha participado en tres de los seis encuentros con un escuálido bagaje de 18 minutos. Ante el Armani ni siquiera saltó a la pista pese a que ante el Joventut tiró del carro en ataque con 18 puntos. Sin embargo, Laso le reprochó en público durante la posterior rueda de prensa que no fuese capaz de repartir ninguna asistencia.