Con el susto metido en el cuerpo y el alma encogida hasta prácticamente el último segundo de la prórroga. Ni el más pesimista del lugar podía haber vaticinado un sufrimiento tan atroz en la visita de un modesto como el Real Betis, que para más inri compitió en el Buesa Arena sin su arma más mortífera en ataque (Shannon Evans) ni tampoco otros dos jugadores fundamentales en la rotación del viejo zorro Luis Casimiro como el veterano Eulis Báez y Rodions Kurucs.

Pues bien, pese a todos estos condicionantes tan propicios o el viento a favor tras el aplastante triunfo ante el Maccabi, el Baskonia estuvo a punto de quemarse. Fue sintomático que las dudas llegaran en el primer partido donde el equipo compitió sin su gran mariscal en pista.

Darius Thompson, la pieza sobre la que ha gravitado todo el juego en estos albores de curso, descansó en una jornada que, a priori, parecía un simple trámite. Sin él, la escuadra vitoriana distó mucho de ser esa apisonadora incandescente a la que ha acostumbrado al personal desde el arranque de la temporada. Pese a las apreturas en el marcador, no hizo acto de presencia. Ni él ni tampoco Hommes, con menos de siete minutos en pista por culpa de unas molestias en una rodilla.

El saber estar, la impecable lectura de juego y la efectividad anotadora del base con pasaporte italiano no pudieron ser disfrutadas por Joan Peñarroya, que desde los primeros compases de la tarde se desgañitó para que sus pupilos elevaran un nivel de intensidad por momentos bajo mínimos.

El técnico catalán tuvo que saturar de minutos a Henry, que si bien firmó una espectacular estadística con 25 créditos de valoración y se fue hasta las 12 asistencias –algunas de un valor incalculable como la que propició un providencial triple de Marinkovic al límite de posesión– sufrió en ciertos tramos del encuentro a la hora de brindar la clarividencia necesaria.

Otra decisión de calado de Peñarroya fue que Howard, un martillo pilón en ataque y con carencias atrás que todos los rivales tratan de explotar, jugara tan solo en ataque en los minutos calientes. Para ello, el preparador baskonista efectuó los típicos cambios de balonmano en los que el exterior estadounidense era relevado por Marinkovic o Giedraitis antes de un ataque bético.

Howard, eso sí, sostuvo al conjunto azulgrana en sus momentos más delicados. En el segundo cuarto entró en erupción con cuatro triples consecutivos y su contribución también fue inestimable para que el Baskonia forzara la prórroga con una canasta y tres tiros libres. Esta vez se hinchó a forzar faltas para acudir a la línea con asiduidad. Hasta 11 lanzamientos ejecutó desde el 4,60, lo que brindó un pequeño colchón de seguridad a un anfitrión azulgrana angustiado por la incesante pegada de Tsalmpouris, Hill y Johnson en las filas andaluzas.