- La actual temporada del Kirolbet Baskonia ha sido una aparentemente interminable montaña rusa de emociones en la que, por desgracia, en la mayoría de las ocasiones el equipo se ha despeñado a toda velocidad por una peligrosa y empinada pendiente hacia el infierno.

La inesperada entrada en escena del coronavirus puso un stop obligado en el camino azulgrana y en el del resto de sus adversarios hasta que la pasada semana pudieron retomar la competición con el novedoso formato de fase final excepcional ideado por la ACB. Y lo cierto es que esta parada técnica parece haberle sentado bien a la escuadra de Zurbano, que ha conseguido plantarse en las semifinales como segundo clasificado del grupo A.

Un objetivo que sin duda habría provocado un sinfín de sonrisas escépticas si se hubiese puesto sobre la mesa semanas atrás, cuando el equipo tenía problemas incluso para hacerse un hueco entre los ocho primeros de la tabla clasificatoria.

Sin embargo es una feliz realidad gracias, fundamentalmente, a que el plantel de Dusko Ivanovic ha logrado ofrecer su perfil más fiable justo en el momento preciso. Porque lo cierto es que cuesta mucho encontrar a lo largo del curso un tramo de cinco encuentros consecutivos en los que el nivel haya sido tan constante -en lo positivo- como en esta liguilla. Pese a que el balance final es de tres victorias y dos derrotas, la realidad es que el conjunto vitoriano ha tenido opciones de triunfo claras en todos sus compromisos y, lo que probablemente todavía es más importante, se ha mostrado competitivo siempre.

Una virtud de la que ha carecido durante demasiado tiempo pero que, con el regreso de Dusko Ivanovic al banquillo, se ha ido recuperando paulatinamente hasta exhibir esta añorada regularidad. El preparador montenegrino ya advirtió en su primera comparecencia pública días antes del regreso a la competición de que el único motivo que daba sentido a todo el exigente trabajo que estaban completando sus pupilos era presentarse en Valencia con el claro propósito de llevar a las vitrinas del Buesa Arena el cuarto trofeo de campeón de Liga.

Unas palabras que podrían sonar a frase hecha en la boca de otro entrenador pero que en la de el de Bijelo Polje era declaración de intenciones en toda regla con una enorme carga de profundidad. Un mensaje, además, que parece haber calado en los integrantes de la plantilla.

Porque únicamente con esa ambición y la capacidad de sufrimiento extrema a la que se está dispuesto cuando se ve cerca una meta en la que se cree se entiende la fe mostrada para agarrarse con uñas y dientes a la pista incluso cuando todo parece perdido. Otra característica del particular Carácter Baskonia que parecía extraviada definitivamente y que ha reaparecido a tiempo para empujar al equipo hasta, como mínimo, la antesala de la gran final que afrontará mañana.

El cuadro azulgrana dejó claras sus intenciones desde su estreno ante el Bilbao Basket. El derbi nació equilibrado pero, tras el descanso, los gasteiztarras apretaron el acelerador para hacer evidente que se encontraban un peldaño por encima de los de Mumbrú en rendimiento, físico y ambición. La siguiente muesca llegó a costa de un Tenerife que planteó alguna dificultad más pero que también terminó claudicando. A renglón seguido llegó el que podría considerarse el punto de inflexión de esta fase final. El excepcional -y durísimo- enfrentamiento con el Barcelona en el que, pese a acabar perdiendo, el Kirolbet se demostró a sí mismo y al mundo que estaba plenamente capacitado para competir de igual a igual con el coloso blaugrana.

Reforzado en su confianza pero magullado por la batalla afrontó dos días después el decisivo choque con el Unicaja. Tras tener el partido controlado hasta el descanso, una gran pájara en la segunda mitad le puso contra las cuerdas. Cualquier otro habría tirado la toalla pero este renacido Baskonia ha desterrado esa expresión de su vocabulario y, aun sin fuerzas y moribundo, continuó en pie. Así alcanzó una prórroga milagrosa y un más milagroso si cabe desenlace a su favor en el tiempo suplementario que le garantizó el pase a las semifinales.

Como consecuencia, el cierre de esta primera fase ante el Joventut fue para dar minutos a los jóvenes y los menos habituales. Ocasión propicia, a priori, para desconectarse y acabar a merced del rival, pero nada de eso. El triunfo fue para la Penya, es verdad, pero no se decidió hasta los últimos segundos y el baby Baskonia estuvo en todo momento en el partido.

En lo estrictamente baloncestístico, esta primera fase ha dejado las buenas noticias de la efectiva recuperación de Vildoza y Granger, la irrupción de Polonara y Diop y la consistencia de Henry, Shields o Dragic y las malas de la nula aportación de Janning y los problemas físicos del capitán Shengelia.

Ante el Barcelona se demostró a sí mismo y al mundo que está capacitado para luchar de igual a igual con los gigantes

El grupo ha interiorizado el mensaje ambicioso de Dusko Ivanovic y se apoya en él para no rendirse ni en los peores escenarios