vitoria - Cada comienzo de temporada, los aficionados del Baskonia aguardan expectantes el anuncio de la sede de la Copa del Rey y el inicio de la venta de los abonos para el torneo del mes de febrero. Es una cita muy especial que a lo largo de la historia se ha perfumado de un claro aroma azulgrana hasta convertirse en la competición preferida para muchas y la que más títulos ha reportado a las vitrinas del Buesa Arena. Sin embargo, en la edición de 2020, este particular idilio vivirá una inesperada crisis. Porque pese a que un buen número de seguidores vitorianos tienen ya en su poder las entradas para el evento que tendrá lugar en el Martín Carpena malagueño, su amor no será correspondido en esta ocasión.
La derrota encajada el domingo ante el modesto Manresa certificó una defunción deportiva que venía anunciándose desde hace ya algún tiempo. De este modo, el enésimo tropiezo en el Buesa Arena supuso la pérdida definitiva de todas las opciones de poder lograr el billete para una Copa del Rey que se queda sin la presencia de la escuadra de Zurbano. Todo ello, una jornada antes incluso de que se cierre la primera vuelta. Es decir, que el Kirolbet no ha sido ni siquiera capaz de pelear hasta el último momento por un pasaporte que, a priori, se consideraba garantizado antes del inicio del curso.
El discurrir de la temporada, no obstante, se ha encargado de demostrar que la teoría poco o nada tenía que ver con la práctica. Una dolorosa realidad que evidencia que el actual Baskonia se ve obligado a realizar una escala -ojalá que corta- en la mediocridad. Porque así como mínimo debe catalogarse la trayectoria azulgrana en los últimos meses. Lejos quedan los tiempos de éxitos y brillos en los que prácticamente solo la conquista de títulos permitía considerar cubiertos los objetivos de una temporada.
La situación actual es bien diferente y el reciente varapalo no es sino una evidencia más de ella. Y es que la ausencia a la cita con la Copa del Rey se esta convirtiendo en mucho más habitual de lo aconsejable para una entidad con las teóricas aspiraciones de la de Zurbano. Así, es la segunda vez que sucede en el último lustro tras el borrón de 2015 en Las Palmas de Gran Canaria. Hasta ese momento, el equipo acumulaba diecisiete presencias consecutivas (desde 1998) con un espectacular balance de cinco títulos y siete finales.
Un escenario que nada tiene que ver con el actual. Tras la debacle de 2015, volvió a participar de nuevo en la fase final un año después en La Coruña. Allí fue semifinalista, lo mismo que en el torneo que se celebró en Vitoria en 2017. Sin embargo en sus dos últimas participaciones, en Gran Canaria y Madrid, cayó en cuartos de final ante Barcelona y Joventut respectivamente para volver a quedarse este año fuera del evento de Málaga.
Un fracaso que en realidad no puede sorprender demasiado teniendo en cuenta la errática trayectoria del equipo desde que se inició la temporada. Paso a paso, ha protagonizado un continuado e imparable descenso a los infiernos que ha tenido en la no clasificación para la Copa del Rey una jornada antes del final de la primera vuelta su certificado oficial. El que sella el peligroso descenso competitivo de un grupo que va a la deriva incapaz de sobreponerse a los duros golpes que le han propinado las desgracias en forma de lesiones y la incapacidad de sus dirigentes para aportar recambios.
En este caso bien puede decirse que la caída comenzó desde el primer paso del camino, puesto que fue en ese movimiento inicial en el que el Baskonia perdió a Granger para toda la campaña. Después llegaría también la baja de Garino y los múltiples problemas de Vildoza y Stauskas sin que ninguno en ninguno de los casos el club pusiera un recambio en manos del entrenador. Si a eso se le añade el bajísimo nivel mostrado por elementos de la plantilla llamados a ser determinantes y la dificultad de sustituir a piezas tan importantes como Poirier o Voigtmann, no extraña demasiado que el cóstel resultante fue tan amargo que terminase costando el puesto a Velimir Perasovic.
La recién abierta tercer etapa de Dusko Ivanovic en el banquillo es la solución de emergencia a la que se aferra el club para tratar de reconducir un curso que, por ahora, cuenta con un presente muy negro. Porque si malos son los resultados que han apartado al equipo de la Copa, peores aún son las sensaciones que transmite.