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Sigue la fiesta. Todas las teclas que ha tocado desde su llegada a Vitoria propician algo positivo para el engranaje colectivo. Ayer dio confianza a Voigtmann incluyéndole en el cinco inicial y el alemán le respondió a lo grande con un papel estelar. Pese a que está perdiendo soldados por el camino, el Baskonia esgrime una solidez extraordinaria y se encuentra lanzado en todos los frentes.
Ciertamente de dulce, con la cotización por las nubes y en modo apisonadora pese a unos esporádicos nubarrones abortados a tiempo durante la segunda parte. El Baskonia mantiene una asombrosa velocidad de crucero desde la llegada de Pedro Martínez, ideólogo de una transformación radical que ayer se vio prolongada en la guarida de una de las sensaciones de la Euroliga, un Zalgiris tiroteado e inoperante ante la demostración de poderío firmada por un visitante de ensueño que continúa alimentando su autoestima a base de palizas.
Con una seguridad pasmosa y una férrea convicción en sus posibilidades que se suma a la calidad desbordante de su plantilla, que pide a gritos algún fichaje tras el aluvión de lesiones y a la que el técnico catalán está sabiendo extraer todo el juego, la tropa alavesa lleva camino de encaramarse cuanto antes a los puestos nobles continentales. El Zalgiris engrosó el ramillete de víctimas recientes que han sufrido el mortal veneno azulgrana. Y eso que los vitorianos, desatados y letales desde la mágica línea del 6,75 con un pletórico Beaubois como maestro de ceremonias, quisieron vivir de las rentas tras el descanso y permitieron al Zalgiris soñar con la sorprendente hazaña rubricada un día antes por el Brose Baskets ante el Barcelona.
Un mate de Voigtmann estableció el 38-64 al poco de reanudarse el juego tras el periodo para la reflexión, pero el Baskonia debió realizar todavía un esfuerzo extra para sofocar el último intento de rebelión báltico. Una presión en toda pista ordenada por Jasikevicius, la calidad del incombustible Jankunas y la, hasta cierto punto, lógica modorra alavesa estrecharon el marcador hasta un peligroso 64-71. Entonces apareció un majestuoso Beaubois para restablecer el orden y convertir el Zalgirio Arena en un velatorio con su espíritu de killer. Como si estuviera en el jardín de su casa, el pistolero francés volvió a destapar el tarro de las esencias para capitanear otro sonado éxito con un solitario borrón: la recaída de Jordan Mcrae de sus problemas de hombro.
Tan solo las lesiones pueden frenar actualmente a un Baskonia volcánico que ha resurgido como el Ave Fénix y estará en condiciones de pelear por las máximas cotas a poco que mantenga esta soñada estabilidad. No solo fue el vitoriano un colectivo tocado otra vez por una varita mágica ante el aro rival desde la larga distancia, sino mucho más. Y los réditos no se hicieron esperar ante un Zalgiris zarandeado sin piedad y que pidió clemencia ante la lluvia torrencial descargada por el maratoniano alavés sobre Kaunas.
desenfreno triplista El Baskonia volvió a ver el aro como una piscina en Kaunas y, al igual que sucedió ante el Real Madrid, sentenció el partido con suma antelación. Ocho triples en el segundo cuarto -tres a cargo de Beaubois, dos llevaron la firma de Granger y también se sumaron a la fiesta Janning, Shengelia y Timma- pusieron en órbita a los pupilos de Pedro Martínez, cuya precisión exterior provocó la desesperación de un Zalgirio Arena lleno hasta la bandera. El equilibrio en el marcador se vio quebrado de un plumazo ante la devastadora pegada visitante, concretada en un parcial de 1-20 que dejó sentenciada la tercera victoria continental antes del intermedio.
Frente a un Zalgiris al alza bajo la batuta de Jasikevicius, el Baskonia refrendó su soberbio estado de forma. Al margen del acierto sobrenatural, volvió a ser un grupo solidario que no escatimó esfuerzo alguno para minimizar las virtudes lituanas y desplegó sus interminables recursos ofensivos. Si adquirió la confianza imprescindible para convertir toda clase de bombas fue, en parte, gracias al encomiable espíritu destajista inoculado por Pedro Martínez. Pangos, la estrella local, acabó inédito.
Beaubois fue el catalizador de, por momentos, otro paseo militar, pero el galo se vio rodeado de un puñado de lugartenientes de lujo como Granger, Shengelia o Voigtmann, que dio un paso al frente y se reivindicó en Kaunas. Toda Europa contempla ya estupefacta el crecimiento del Baskonia, convertido en una máquina de desfigurar adversarios. Solo queda cruzar los dedos para que el infortunio en forma de lesiones cese de una vez por todas y estirar al máximo un mágico estado de forma que permite vislumbrar el futuro con optimismo.